Boca Juniors empataba con Racing Club por 1-1 y se corona campeón del Campeonato Metropolitano 1981 con la figura máxima de Diego Maradona. Jugó 28 partidos y convirtió 17 goles para ganar su único título en el fútbol argentino.
Diego Maradona, luego múltiple campeón con Napoli de Italia y la selección argentina, obtuvo su único título local en Boca, hace 35 años, en un equipo que combinó juego atildado con eficacia.
El sábado 15 de agosto de 1981, ya sin Juan Carlos Lorenzo sentado al banco de suplentes y con Silvio Marzolini como DT, el elenco «xeneize» se consagró campeón del torneo Metropolitano de esa temporada, tras empatar 1-1 con Racing, en un controvertido partido cuyo matiz saliente, más allá de la multitud que concurrió a la Bombonera, fue que el árbitro Abel Gnecco expulsó a cinco jugadores.
Lo cierto es que Maradona, el astro que llegó esa temporada procedente de Argentinos Juniors, no fue el único emblema que mostró el club de la Ribera para justificar sus pretensiones de campeonato peleando «palmo a palmo» con el sorprendente Ferro de Carlos Griguol, que asomaba ya como el conjunto de principios de la `década del `80`.
El «ancho de bastos» (y que en muchos partidos se transformó en el de «espadas») con el que contó Marzolini para alimentar los sueños de título se llamó Miguel Ángel Brindisi, quien se marchó de Huracán en conflicto y recaló en Boca para sumar su jerarquía individual y experiencia.
El arranque del torneo entregó un cómodo triunfo sobre Talleres de Córdoba por 4-1 (con los dos penales de Diego y otras dos excelsas definiciones de Brindisi), luego un empate 2-2 con Instituto y un éxito 2-0 en Parque de los Patricios frente a Huracán.
Cumplidas las primeras seis fechas del certamen, Boca encabezaba la clasificación con puntaje casi ideal: 11 sobre 12 unidades posibles. Pero las intermitencias de un Maradona que venía afectado por un desgarro que no se curaba nunca ya empezarían a «pasarle factura».
«Diego (Maradona) jugaba desgarrado. Entonces en un momento del campeonato, convinimos con el cuerpo médico y con él mismo que pare en algunos partidos. Además lo necesitábamos para las giras que el equipo hacía por el exterior para recaudar dinero por su presencia», argumentó Marzolini con relación a algunos encuentros en los que el «Diez» faltó y el funcionamiento colectivo pareció resentirse.
No obstante, el astro estuvo en el partido que todos los hinchas auriazules atesoran en la memoria: el fantástico 3-0 sobre River, en una Bombonera embarrada, por una fría y lluviosa noche de abril.
En aquel viernes (el Superclásico se adelantó porque ese fin de semana había carrera de Fórmula 1 en Buenos Aires), Brindisi clavó los dos primeros goles, Maradona diseñó ese famoso arabesco en el que dejó gateando a Ubaldo «Pato» Fillol y tocó suave a la red, para desatar el delirio de un público, cuyo entusiasmo iba en crecimiento.
Esa primera rueda de campeonato transcurrió para Boca con relativa comodidad: apenas un partido perdido (0-1 con Vélez, en Liniers, por la undécima fecha) y cuatro puntos de ventaja sobre el escolta Ferro.
Pero dos inoportunos tropiezos (0-1 con Talleres en Córdoba y 0-2 con Unión en Santa Fe), más algunos puntos cedidos (1-1 con Vélez, 2-2 con Argentinos Juniors) derivaron en que asomara el fantasma de la incertidumbre.
Es que Ferro, encima, no aflojaba, hilvanaba victoria tras victoria y erigía a Carlos Barisio en el arquero con mejor récord de imbatibilidad en el profesionalismo, con 1075 minutos sin recibir siquiera un solo gol.
Entonces, al cumplirse la fecha 29 y después de una persecución notable, el equipo de Griguol emparejó la línea del «xeneize» y los dos quedaron arriba con 43 puntos. El llamado «Mundo Boca» comenzó a impacientarse.
«Estábamos un día en La Candela, que era el lugar de la concentración, previo al partido con Estudiantes. De repente aparece el «Abuelo» (José Barritta) y otros integrantes de la barra a ‘pedir explicaciones’. Yo estaba hablando por teléfono a mi casa y me cortaron la línea de cuajo», contó Hugo Perotti, delantero de aquel equipo que pronto adquiriría un protagonismo indiscutible.
De cara al partido con Estudiantes, el mismo técnico introdujo un cambio de peso: le devolvió la titularidad a Hugo Gatti en el arco y relegó al banco de suplentes a Carlos «La Pantera» Rodríguez.
Y el mismo «Loco» tuvo una participación concreta en el partido ante el «Pincha»: al promediar la primera parte cortó un avance rival y se mandó con la pelota hasta la mitad de la cancha, donde la tomó Perotti que inició una corrida por el costado izquierdo y despachó un remate que engañó a Enrique Vidallé para convertirse en el único tanto.
Dos fechas después, también en la Bombonera, se jugó el «partido del campeonato». Con un punto de ventaja, Boca recibía a su escolta Ferro. «El partido era equilibrado. Nosotros insistíamos pero ellos defendían muy bien y aprovechaban mucho las jugadas de pelota detenida», recordó Jorge «Chino» Benítez, mediocampista derecho de aquel equipo de Marzolini.
Cuando el marcador amenazaba tornarse en un 0-0 inexorable, Maradona le sirvió un pase preciso a Perotti, el delantero superó en velocidad a Roberto Gómez y despachó un remate cruzado que batió a Barisio.
Con tres puntos sobre cuatro en disputa, el título estaba ahí, al alcance de la mano. Pero en la penúltima fecha llegó una visita a Rosario Central y el «Canalla» supo amargar la fiesta con un 1-0 ajustado, a partir de un tiro libre de Jorge García, en la misma tarde en la que Maradona estrelló un penal en el travesaño.
Pero ese domingo de agosto, Ferro dilapidó una chance irrepetible para conquistar su primer título en la historia: le ganaba por 3-0 a Huracán, en Caballito, y permitió la reacción del once de Parque de los Patricios que terminó empatando 3-3.
Entonces, la resolución quedó para la última jornada. «(Silvio) Marzolini me dio como premisa que no juegue (Juan Ramón) Carrasco en Racing. Y entonces mi tarea fue tratar de ponerlo nervioso, de que ingrese en el roce. Lo conseguí. Apenas a los 15 minutos se fue expulsado», evocó el «áspero» Roberto Passucci, el mediocampista de mayor sacrificio en ese equipo auriazul.
Un penal convertido por Maradona apenas comenzado el partido puso a Boca arriba en la pizarra. Y sobre el final, un cabezazo de Pedro Roldán le entregó el empate a Racing, que generó una mínima sensación de intranquilidad. Pero el apuro de Abel Gnecco enterminar el partido (pitó el final antes de que se cumplieran los 45 minutos) provocó el alivio y desató la algarabía.
Fuente: www.infobae.com
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