Cuarta entrega del artículo publicado en el sitio web de la APDA (Asociación de Psicología del Deporte Argentina) donde el licenciado en Psicología, especializado en clínica y deporte, Carlos Giesenow, habla sobre los atributos considerados claves en un deportista mentalmente fuerte.
Desde otro enfoque, el trabajo de Bull y cols. (2005) tiene como aspecto central relevante que plantea un marco conceptual para la fortaleza mental que pone de relieve la necesidad de una interacción consistente entre ambiente, personalidad, actitudes y pensamiento para que un deportista sea considerado poseedor de fortaleza mental. También, como se señaló anteriormente, argumentan que puede haber diferentes tipos de fortaleza mental. Por ejemplo, existiría una fortaleza mental para mantener el autocontrol en un momento crítico (como un “último putt” en golf), que contrasta con la que se necesita cuando se toman riesgos calculados en un deporte como el automovilismo. A su vez, esto es diferente a la fortaleza mental requerida en deportes de resistencia para manejar altísimos volúmenes de entrenamiento, regularmente buscando empujar los límites propios, o la fortaleza mental requerida para de buena gana meterse en una confrontación de alta intensidad directa como un partido de tenis. Estos ejemplos evidencian las ambigüedades conceptuales que pueden existir cuando se intenta establecer una definición de fortaleza mental que abarque todo y plantean la cuestión de si siempre hay expresiones equivalentes de fortaleza mental en cada deporte o si los deportistas verdaderamente fuertes mentalmente son igualmente capaces de desempeñarse con cada uno de estos enfoques mentales diferentes.
En esta investigación, la muestra consistió de doce jugadores de cricket ingleses reconocidos (en base a la votación de 101 entrenadores) en las dos décadas previas como los más mentalmente fuertes de los últimos años. Para interrelacionar los hallazgos, plantean un interesante modelo piramidal que separa cuatro categorías estructurales que interactúan entre sí:
– influencias ambientales (como una base a partir del cual se desarrolla la fortaleza mental, por ejemplo, influencias parentales, experiencias infantiles, exposición a cricket en el extranjero),
– carácter fuerte (bastante estable y generalizable a través de diferentes situaciones, con rasgos como independencia, autorreflexión y confianza resiliente),
– actitudes fuertes (que son observables a través de algunas conductas, como aprovechar experiencias de aprendizaje, fijarse objetivos difíciles, mentalidad de nunca rendirse, disposición a tomar riesgos), y
– manera de pensar fuerte (representa las propiedades psicológicas claves de una mente “mentalmente fuerte” –valga la redundancia– orientada hacia las demandas competitivas del momento, como una sólida autoconfianza, correcta toma de decisiones, mantener todo en perspectiva).
También postulan que a partir de una base más amplia y profunda de experiencias se crea una estructura más estable y lo que se construye por encima de esa plataforma es menos propenso a experimentar cambios. Un ambiente estable es decisivo para la aparición de una personalidad, actitud y pensamiento con fortaleza.
Replicando en parte la metodología de Jones y cols. (2002), pero con seis jugadores de fútbol ingleses con experiencia internacional, Thelwell y cols (2005) no parecen hacer aportes sustanciales a la definición ni a las características componentes de la fortaleza mental. Comparten la definición presentada, pero con una discrepancia principal. Los futbolistas entrevistados consideraron que la fortaleza mental permite a los jugadores siempre afrontar mejor que sus oponentes las demandas del deporte, a diferencia de hacerlo en general como postula el trabajo original. Además solo identificaron diez atributos esenciales. Estos fueron catalogados como: (a) tener completa autoconfianza en todo momento de que va a lograr el éxito; (b) tener la habilidad para reaccionar a situaciones de manera positiva; (c) tener la capacidad para persistir y mantenerse calmo bajo presión; (d) tener la capacidad para ignorar distracciones y mantenerse enfocado; (e) querer la pelota/querer estar involucrado en todo momento; (f) saber lo que demanda esforzarse para salir de problemas; (g) controlar emociones a lo largo de la competencia; (h) tener una presencia que afecte a los rivales; (i) tener bajo control todo lo exterior al juego; (j) disfrutar de la presión asociada con el rendimiento.
Aunque el listado está muy emparentado con las cualidades descriptas por Jones y cols., igualmente, un atributo novedoso que sí suman fue tener una presencia que afecte a los oponentes. Otro descubrimiento interesante fue que los jugadores resaltaron que desarrollaron fortaleza mental a través de experiencias y desafíos que tuvieron dentro y fuera del deporte durante las etapas formativas de su desarrollo y crecimiento (por ejemplo, su crianza, experiencias personales, ser dejado libre, no ser elegido, ser elegido cuando no lo esperaban, no tener apoyo por parte de padres o del sistema educativo, tener que ganarse el respeto del entrenador, ser dado a préstamo a otro club, pasar a entrenar con el primer equipo). Sin embargo, como aclaran Gucciardi y Mallett (2011), es importante considerar que lo que les afecte a los deportistas no es tanto lo que les sucede (dentro y fuera del deporte), sino cómo interpretan lo que sucede, incluyendo la causa de esos eventos.
Clough, Earle and Sewell (2002) desarrollaron uno de los cuestionarios propuestos para evaluar fortaleza mental, el Mental Toughness Questionniare-48 (MTQ48), a partir de una metodología diferente. En lugar de apoyarse en entrevistas con deportistas y entrenadores de elite, se basaron en las formulaciones sobre personalidad resistente o dureza (hardiness) de Kobasa (1979). Plantearon así su modelo multidimensional de 4Cs de fortaleza mental consistente en tres elementos del constructo de resistencia psicológica: compromiso (refleja un gran involucramiento con la tarea a cumplir), control (subdividido en control emocional que permite mantener las emociones controladas y control vital que refleja la tendencia a sentirse y actuar como una persona que puede influir sobre el ambiente) y desafío (la medida en la cual las personas ven los problemas como oportunidades de desarrollo), a los cuales le adicionaron confianza (también subdividida en confianza en las capacidades propias y confianza interpersonal que refleja asertividad a la hora de interactuar con otros), formando entonces cuatro sub-escalas para evaluar el constructo. Estos autores conceptualizan fortaleza mental más como un rasgo de personalidad, muy emparentado con el de resistencia psicológica, y afirman que el constructo representa una constelación de variables psicológicas que ayudan a suavizar los efectos perjudiciales del estrés y que permiten a los individuos tener rendimientos positivos independientemente de factores situacionales. Describen que los individuos mentalmente fuertes tienden a ser sociables y extrovertidos; también son capaces de mantenerse calmos y relajados, son competitivos en muchas situaciones y tienen menores niveles de ansiedad que otros. Tienen una alta autoconfianza y una inquebrantable fe en que van a controlar su propio destino, estos individuos no son afectados mayormente por la competición o las adversidades.