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Los segundos 15 minutos que concedió Muhammad Alí a Ernesto Cherquis Bialo. Fue el 11 de mayo de 1977 durante la estadía en el Hotel Sheraton de Buenos Aires.

Después de cenar, el Sheraton nos ofrecía la clásica noche alegre del hotel: un conjunto musical en la boite, una barra casi a oscuras, el lobby lleno de gente que va y que viene, cabaret atestado, un cumpleaños de 14 y un casamiento en el 8° piso. La mezcla de toda esa gente con los tragos reiterados nos ofrecía el olvidado marco de aquellos corsos multitudinarios. ¿Dónde habrá alguien del grupo de Alí?

Nos sentamos a ver el espectáculo del tránsito humano y llegó hasta nosotros como caído del cielo Doug Meland; un flaco de ojos saltones y barba escandinava, quien era el maestro de magia de Alí. Le estaba enseñando trucos con las barajas y era uno de los más cercanos al rey. Doug llegó sonriente y nos dijo: “Eh, ustedes, muy bien. Gran historia podrán escribir; Muhammad está encantado porque preguntaron muchas cosas profundas. Muy bien muchachos, muy bien. . . Les haré unos pases de magia”. Y la verdad que fueron diez minutos muy entretenidos. Lo principal lo sabíamos: Alí seguiría con el reportaje, tal como estaba acordado, dispensándonos 15 minutos por día durante tres días seguidos de manera exclusiva.

Todo estaba igual al siguiente día, el segundo. Solo que no había olor a pescado pues Muhammad comería un bife con ensaladas. Antes de comenzar, mientras él tomaba la ducha, pues veníamos del entrenamiento realizado en el mismo hotel, conté los frascos de vitaminas: doce. Alcancé a leer: “gelatinosa para la consistencia muscular interna”, con “hierro para la dinámica”, “con no sé qué para desfatigar la mente”. Doce frascos de vitaminas. Una cápsula de cada una – por lo menos – por día. Ángelo Dundee, que nos ayudó mucho con su característica generosidad, estaba esta tarde con nosotros. Y también el flemático Jeremías Shabazz, administrador asistente de Alí. Esta vez teníamos más testigos.

— ¿Por qué hay tan pocos boxeadores en los Estados Unidos?

— Porque son muy haraganes los boxeadores de hoy. Quieren hacer dos peleas y ser estrellas. El comercio de la televisión le ha hecho muy bien al negocio de los grandes, pero mucho daño al boxeo en sí.

— ¿Se considera modesto?.

— Yo no divido a los hombres en modestos o arrogantes, sino en los que dicen la verdad y en los que mienten. Yo digo la verdad; no hay ningún deportista o atleta en el mundo moderno que sepa tantas cosas y pueda decirlas como yo. ¿Es cierto o no? Entonces, ¿qué me importa si eso suena a modestia o a falta de modestia?. Lo principal es ser fiel a uno mismo.

— ¿Qué campos del conocimiento domina usted señor Alí?

— Muchos. Me han invitado a dar cátedras de filosofía en diferentes universidades. Permanentemente soy requerido para dar conferencias. Hasta ahora he dado conferencias sobre temas como: “La tragedia de la vida”, “El arte de la personalidad”, “La amistad” y “El corazón”.

— ¿Podría definir brevemente cada uno de estos enunciados? ¿Qué es “La tragedia de la vida”?

— No darse cuenta que no se llega nunca, que siempre se está en el camino.

— ¿“El arte de la personalidad”?

— Es uno viviendo, escuchando y aprendiendo de los demás. Luego y por cierto hay que desarrollar a la criatura que llevamos dentro.

— ¿“La amistad”?

-Es una acción automática, inconsciente. Es algo que influye sin ensayo previo en total estado de inocencia. Uno tiene los amigos que se ocupa en sembrar. –

— ¿Su mejor amigo?

— Dios y Wallace Muhammad, mi maestro.

— Finalmente, ¿qué es “el corazón”?

— Es el freno del intelecto. La piel humana tiene un inmenso poder. Más grande que cualquier filosofía, tan grande como cualquier inteligencia. La piel es la vena del corazón.

— ¿Qué es el periodismo y quienes somos los periodistas para usted?

— Todo lo que sé, es que son trabajadores y por lo tanto merecen ser respetados. Eso en primer lugar. Algunos son buenos y otros son malos. Es común a todas las profesiones del intelecto. Pero los periodistas hacen la historia y gracias a ellos el mundo sabrá mañana lo que ha pasado hoy. Todo lo que el pueblo quiere saber lo sabe gracias al periodismo. Todos sabemos ayudar a que la gente sepa la verdad. Watergate es un ejemplo de la importancia del periodismo.

— A usted, particularmente el periodismo, ¿lo perjudicó o lo benefició?

— Quiero contestarle algo más de la pregunta anterior. Para mí el ochenta por ciento de los periodistas son buenos y el veinte por ciento son malos. Pero aún los buenos tienen sus bajones porque es difícil escribir algo original todos los días. Malo o bueno, no importa. El asunto es que encuentren en mí el pan de cada día. Hay otra cosa: no importa cuán bueno o malo sea un artículo o una noticia pasada, vieja. Por lo tanto, nada de lo que digan los periodistas me molesta.

— ¿Qué es el boxeo para usted? Defínalo rotundamente, ¿puede?

— Todo el mundo sabe mi pensamiento: el boxeo es un medio para presentar al otro Alí, aquel de la carnada que le dije ayer. Dios me usa a mí y a mi fama y a mi título y a mis triunfos para poder llegar hasta la gente y que yo predique su palabra. Yo no peleo por dinero, por gloria, ni para mí. Pero ocurre que vivimos en un mundo que si uno no tiene ni fama, ni dinero, ni prestigio, nadie lo escucha. El boxeo me ha dado todo eso y me ha provisto de un don especial para que la gente me escuche. Es todo.

Howard Bingham, fotógrafo personal de Alí que viaja a todos lados con el campeón, puso la voz en el ámbito: “¿Falta mucho, Muhammad?”, preguntó intencionadamente.

— No, ya estoy listo.

Estaba previsto que a los quince o veinte minutos alguien del grupo apareciera y dijera: “Es la hora”, pero más disimuladamente. Así pues, quedamos en terminar nuestra entrevista al día siguiente.

— Eso sí, replicó Alí, mejor será por la mañana.

Fuente: www.infobae.com

Foto: AP

 

 

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