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No la tuvo fácil al comienzo, pero sentó un precedente. Usaba los insultos raciales como motivación. Fue campeón y una leyenda.

En 1928 la segregación racial estaba en su etapa más preponderante. Los hombres de color por un lado y los blancos por el otro. Mientras tanto, en ese mismo año, Herbert Hoover era electo presidente de Estados Unidos, Martin Luther King luchaba por los derechos de los afroamericanos y Earl Lloyd llegaba a la vida. Quizás el nombre del último mencionado no les llame mucho la atención, pero lo que hizo a lo largo de su periodo como jugador fue majestuoso.

Nacido y criado en Virginia, Lloyd se recibió de la secundaria en Grey High School, una escuela de afroamericanos, quienes no se podían mezclar con los blancos. Tal era la magnitud de la discriminación que ni siquiera podían ir al mismo baño o tomar el mismo colectivo. Por suerte, su talento para jugar al básquet le permitió abrir las puertas de una casa que él nunca se interesó por conocer.

Gracias a su innata habilidad con la naranja, West Virginia State University lo reclutó y, por primera vez en toda su vida, compartió equipo con otros compañeros que no fueran de color. Por supuesto, los comienzos no fueron fáciles e incluso él mismo llegó a cuestionarse si verdaderamente estaba listo para ser el rostro del cambio.

Afortunadamente, Earl se ganó sus minutos en cancha y despejó todas las voces que lo atormentaban internamente. Con celeridad se ganó el respeto de sus pares y los fanáticos lo comenzaron a apodar Moon Fixer (arreglador de luna) por sus excelentes dotes defensivos.

Lloyd fue el líder de West Virginia y bajo sus alas el equipo consiguió dos campeonatos en la conferencia Central Intercollegiate Athletic Association (CIAA). También fue nombrado All-Conference en sus tres temporadas en el colegio y All-American en 1949 y 1950. Tal era el talento de Earl que en su primera temporada su conjunto fue el único invicto en los Estados Unidos, con un récord de 30-0. [5]

Finalmente, Lloyd se recibió de profesor de Educación Física en West Virginia y puso rumbo a la NBA. Washington Capitols fue el equipo que lo seleccionó el Draft a través del pick nueve, sentando un precedente que le permitiría a Earl ser el primer jugador de color en la historia de la NBA.

31 de octubre de 1950 fue el año que todos deberían tener marcado en sus calendarios. Con 22 años y un futuro brillante, Lloyd era el primer afroamericano en pisar una cancha de Estados Unidos. Convirtió seis puntos y consiguió diez rebotes ante Rochester Royals.

Hasta ahí todo muy colorido, pero la previa a ese juego fue odiosa. Lloyd no pudo dormir en el mismo hotel que sus compañeros y tuvo que alojarse en un complejo paralelo. Además, tenía miedo de que el Ku Klux Klan realice un atentado antes, durante o después del partido. Lo último nunca ocurrió y la primera presentación de Earl transcurrió en paz.

Su debut fue un efecto mariposa para los hombres de color en la NBA: un día después de su participación, Chuck Cooper jugó en Boston Celtics y cuatro días después Nat Clifton hizo lo mismo en New York Knicks.

Con los de Washington jugó apenas siete partidos, antes de que el equipo se retirara el nueve de enero de 1951.  Luego fue reclutado por el ejército de Estados Unidos y luchó en la Guerra de Corea. Volvió en 1952 e inmediatamente se puso los cortos de nuevo, aquella vez para defender los colores de Syracuse Nationals. ¿Un dato? En la temporada 1953/54 el afroamericano lideró la NBA en faltas y descalificaciones.

El alero terminó disputando más de 560 partidos en nueve temporadas. Salió campeón en 1955 y se retiró en 1961, cuando estaba en Detroit Pistons. La NBA lo reconoció en 2003, cuando Earl ingresó al Hall of Fame.

Entre insultos, escupitajos y desacreditaciones, Lloyd se abrió paso y usó el odio como motor. “Si no te llamaban, no estabas haciendo nada. Si te gritaban por tu nombre es porque los estabas lastimando”, solía decir.

Fuente y foto: www.basquetplus.com

 

 

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