En su columna de Infobae, el especialista tituló: “Mientras hubo guerra ganaba Castaño, cuando fue una pelea Jermell Charlo lo noqueó”. Transcribimos la nota de uno de los periodistas que más sabe del deporte de los puños.
Los primeros cinco rounds fueron electrizantes, luego prevalecieron los planes tácticos y las estrategias del norteamericano. El quinto round pudo ser el más vibrante de los últimos tiempos
Fue una pena, pero esta vez no pudo ser. El boxeo, como cualquier otro deporte, requiere de una estrategia para potenciar la actitud, el coraje y la voluntad. Claramente, Jermell Charlo supo darle continuidad a los doce rounds de la primera pelea mientras que Castaño, por su parte, repitió un plan de combate sin variantes ni sorpresas.
No obstante, debemos rescatar en su favor que fue actor de los cinco rounds iniciales más electrizantes que los aficionados del boxeo pudieron disfrutar en mucho tiempo.
Ese primer segmento del combate mostró otra vez el ataque sostenido, la propuesta inclaudicable y el esforzado y sostenido de la aspiración de Castaño por proponer, atacarlo y descargar los golpes lo más cerca posible del cuerpo del ahora nuevo campeón unificado de peso superwelter Jermell Charlo. Pero en esta oportunidad dio la impresión de que el norteamericano tenía elementos tácticos y estratégicos para sobrellevarlos, respondiendo casi siempre y sorprendiendo con réplicas de mayor claridad y velocidad.
Este ritmo infernal de los primeros cinco asaltos iban dejando una primera conclusión que presagiaba el destino final del combate: Castaño sería todo lo que su condición física le podía permitir, mientras que Charlo en igualdad de estado atlético le incorporó variantes claramente insuperables.
Y estas fueron: responder cada vez que era atacado y anticipar partiendo del contraataque. Bajo esta premisa, hubo un boxeador que fue creciendo -Charlo- y otro que fue decreciendo, Castaño.
El desenlace fue una joya técnica por cuanto sobre un impecable cross de izquierda, que ya había paralizado a Castaño en pleno ataque, sobrevino la partida de un gancho de derecha a la zona blanda intercostal que consolidaron el deterioro de resistencia del peleador argentino, quien no pudo evitar la caída bajo un estado cerebeloso, que significaría irremediablemente el nocaut.
La pelea fue vibrante, pero duró cinco rounds, pues desde ese momento hasta el décimo fue manifiesta la superioridad de quien resultó un legítimo e indiscutido ganador.
Qué pena tan grande que un boxeador de tanta guapeza y determinación no tuviera más plan que el plan conocido, y por tanto, neutralizable.
¿Quién dijo que una quimera acaricia el alma solo una sola vez, si la vida si Castaño fue siempre la suma de sus sueños? Es el pibito de 11 años que ya se subía al ring a pelear sin licencia. El hijo mayor de Don Carlos, quien tuvo un paso intrascendente por el boxeo y con quien salía a changuear por las mañanas buscando el dinero digno para comer. Los tres Castaños, pues se sumaba el hermanito Alan, también pugilista, tocaban timbres para cortar el césped, podar las ramas de un árbol, limpiar un fondo desprolijo o acarrear materiales en carretillas ajenas para cualquier obra en construcción.
Antes de arribar al destino final del vibrante combate resultaba imposible desprenderse del duro ayer en La Matanza. Esas banderas y esos coros; tantas esperanzas y tantas lágrimas, provenían de un mundo diferente al mundo glamoroso del Dignity Heat de Carson, California, donde se disputó el combate.
Muchos de ellos recordarían a la Sociedad de Fomento, Cultura y Deporte Villa Alida de Isidro Casanova, donde Brian se transformó en el Boxi a los 14. Eran épocas difíciles pues el pibe transitaba la inevitable oscuridad que plantea la calle en esas noches traidoras tan lejanas a la vida de un deportista. Y así fue siempre la vida de Brian: 155 peleas en Los Cóndores –seleccionado argentino de boxeadores amateurs- donde solo perdió 5 veces con otros 5 empates. De todos ellos, el que marcó su despertar al profesionalismo fue su triunfo ante el ilustre ruso Sergy Darevyachenko; una hazaña que despertó la curiosidad primero y el contrato posterior con Bob Arum, dueño de la Top Rank.
Fue de tal manera que ya como rentado y potencial estrella, el Boxi unió de un zarpazo a Almirante Brown de San Justo ( KO 2° a James Andino) con el Little Creek Casino de Washington (KO 2° a Todd Manuel) y a González Catan ( KO 6° a Emmanuel De Jesus) con el Casino de Evian en Francia. Luego con Sebastián Contursi como manager, vinieron de manera sucesiva Nueva York, Los Angeles, Washington y San Antonio, Texas, donde Brian enfrentó por primera vez a Jermell Charlo. Aquella noche le robaron la pelea con un inexplicable empate combinado por tres extrañas tarjetas diferentes. Fue ese combate del año pasado el que nos trajo a esta revancha y otra vez por la unificación de la corona de los superwelters reconocida por las cuatro entidades del boxeo mundial: AMB, CMB,OMB –la que expuso Castaño- y la FIB.
Acaso entre las diferencias menos advertidas entre aquella y ésta fueron las energías que Castaño consumió en la porfía verbal. Y su padre Carlos también se sumó asumiendo un rol que deberá evaluar para el futuro pues no ayuda a su hijo el hablar tanto denostando al rival, como así tampoco conduciéndolo en la esquina. El amor y la relación filial impiden la objetividad del equilibrio emocional necesario en un rincón. No olvidemos que en el combate anterior cuando Brian quedó “zapateando” en el 10° round por un cross de izquierda de Charlo, Don Carlos tomó la toalla para arrojarla en señal de abandono. Probablemente el profesor Matías Erbin o el mismísimo Contursi –con menos predicamento hoy que antes en la vida de Castaño- hayan encontrado las palabras justas para evitar un abandono con la lógica del sentimiento de un padre y la ilógica de la visión de un técnico.
Por suerte para Brian, tiene a su lado a su esposa Carolina Cotugno, acaso la persona más positiva de su entorno, pues como se vio en los días previos y hasta en el pesaje del viernes, todo lo demás giró alrededor del escándalo. No podemos negar que los hermanos Charlo resultan deportistas poco queridos tanto por el mundo del boxeo como por gran parte de la prensa y de los aficionados. Se los trata de arrogantes, prepotentes y egocéntricos. Más aún, se sabe que muchos preparadores de prestigio como Ronnie Shields quien condujo nada menos que a grandes estrellas como Mike Tyson o el propio Manny Robles, quien dirigió a Andy Ruiz, prefirieron no tomar la conducción técnica de los hermanos Charlo tras el pedido del padre de estos, Kevin, también ex boxeador. Podría interpretarse como que tal hecho, a pesar de los triunfos, no otorga prestigio.
Esta vez el regreso a La Matanza será diferente. Quedarán las huellas de una verdadera batalla. Habrá dolor en los huesos y en el alma. Hematomas y congestiones demandarán varios días para devolver el rostro fresco y la sonrisa pura, contagiosa. Tal vez habrá cosas para volver a ver y situaciones que evaluar. Pero otras han quedado definitivamente en el pasado pues ni él, ni su hermano Alan ni su padre Carlos deberán descubrir cada día como hacer para comer. Algo más de un millón de dólares limpios para él, cuando se haga la cuenta final, deberían terminar con aquellas noches interminables y confusas. La gloria seguirá latente, a pesar de la contundente derrota, pues la vida todavía le dará oportunidades. Por cierto, que tales situaciones requerirán de combinar la potencia con la inteligencia, con otras alternativas para las peleas que vienen y con el replanteo lógico de darle sentido al futuro. No es cierto que la quimera acaricie una sola vez en la vida, pues aún puede haber futuro.