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Ernesto Cherquis Bialo fue quien entrevistó hace 46 años al boxeador más grande todas las épocas. Concedió tres reuniones consecutivas para hablar de todo: la religión, el boxeo, la amistad y la fama. Un testimonio que trasciende y explica por qué el histriónico peso pesado fue un fenómeno boxístico y mediático.

Podría cerrar los ojos y volver a ver aquellos rostros o escuchar de nuevo todas esas voces. El hecho siempre me resultará inolvidable. Este reportaje a Muhammad Alí me ha acompañado como una bendición a mi trayectoria. No sería la primera vez que alternaría con el más grande boxeador de todas las épocas, pero sí disfrutaría del privilegio de dialogar distendidamente cara a cara durante tres días en sesiones previstas de quince minutos cada una que naturalmente se fueron extendiendo.

Le había preguntado algunas cosas antes y después de la pelea contra Ringo Bonavena (Nueva York, 7-12-70). Y también tuve la fortuna de seguir cubriendo sus peleas para la revista El Grafico: Floyd Patterson (Nueva York, 20-9-72), George Foreman (Kinsasha, 30-10-74) donde además fui invitado a su cabaña y conocer a Norman Mailer, Chuck Wepner, la musa inspiradora de Rocky (Ritchfield, Ohio, 24-3-1975), Joe Frazier (Manila, 1-10-1975) y antes de cubrir sus dos últimos combates frente a León Spinks (Nueva Orleans, 15-9-1978) y Larry Holmes (Las Vegas, 2-10- 1980), fui designado para comentar ésta ante el uruguayo Alfredo Evangelista en Landover, Maryland. Tal oportunidad sirvió para concretar esta entrevista, la única realizada en forma exclusiva por un medio argentino a Muhammad Alí en su pleno apogeo.

Y se concretó gracias a la ayuda de mi entrañable amigo Alberto Oliva –quien por entonces era corresponsal de la Editorial Atlántida en los Estados Unidos– ya que su gestión, presencia y traducción resultaron fundamentales. Las entrevistas comenzaron a las 10 de la mañana de los días 10, 11 y 12 de Mayo de 1977 en la suite del Sheraton Hotel que ocupaba Muhammad Alí.

La nota publicada en la edición 3008 del 31 de mayo de 1977 llevaba como titulo: “Sabio, bufón, genio, mentiroso, mito… decídalo usted”, la firmé con mi seudónimo Robinson y comenzaba así:

“Faehue, su camarero personal se fue acercando lentamente con el plato blanco de porcelana donde media sandía se balanceaba inclinando su jugo hacia un lado y hacia el otro. Una vez que la dejó en manos de Alí el obeso y sonriente, el mesero se fue de la suite. Tal vez su misión del día ya estuviese cumplida: llevarle la porción de sandía al campeón luego de su entrenamiento. Alí no le dijo gracias; tomó el tenedor, lo hundió hasta la costra blanca y cual chico disfrutando de un caramelo comenzó a comer aquella sandía jugosa. Mientras la masticaba, sin perder ceremoniosidad, nos dijo: “Bueno, bueno, ya están aquí, pregunten…”, al tiempo que manducaba con cierto sonido como si el paladar le oprimiera los dientes. Casi al terminar, un ligero eructo le recorrió el aparato digestivo y no se esforzó por disimularlo demasiado».

— Perdón Muhammad, comencemos: a esta altura de su vida, ¿qué ha sido cierto y qué ha sido mentira?

— El verdadero Alí es un hombre espiritual, un religioso… Le voy a hacer una comparación que me pinta mejor: yo soy el anzuelo en que se engarza la carnada que come el pez. Se lo explico mejor: el pez es la gente, la carnada es el Alí boxeador y el anzuelo el Alí verdadero, el espiritual. Cuando la gente cree comerse al bufón se está comiendo al predicador, está recibiendo la palabra de Dios, en tanto yo soy un simple vehículo de Dios. Mientras los imbéciles de los periodistas se dedican a tomar en chiste mi palabra, millones de personas las están recibiendo en todo el mundo como un mensaje sincero y profundo. La gente cree en los mitos y le gustan. La gente gusta de Tarzán, de Drácula, de Superman. Hemos gastado dos mil millones de dólares para traer piedras de la Luna. Ahora gastaremos cuatro mil millones para ir a Marte; cuando lleguemos a Marte diremos Júpiter. Y la gente se enloquece porque disfruta de estos misterios. Pues bien: yo soy el Tarzán del boxeo, el Superman del boxeo, el Drácula del boxeo, el gran mito del boxeo. La gente viene a buscar a ese boxeador mito y se encuentra con un filósofo, con un profesor.

Siguió comiendo la sandía. Cuando terminó se limpió los labios con el antebrazo derecho. Las últimas tres semillas las escupió en el plato diciéndole a su fiel Faehue: “Más viejo, tráeme más… ”. Hacía media hora había terminado su penúltimo entrenamiento antes de pelear con el uruguayo Alfredo Evangelista. Estábamos en su suite y advertimos que la transpiración no lo transita, antes bien se posa en su piel. Y los rasgos distinguidos de su rostro son reales ya que el labio inferior es ligeramente rosado y el superior no tiene el grosor ancestral: son labios finos. Valía la pena aprovechar su relax para lanzar la próxima pregunta:

— Muhammad, hoy en la plenitud de su celebridad y de su fama, ¿siente aún que hay discriminación?

— Cuando era niño no entendía lo que pasaba. Jesús era blanco, los ángeles eran blancos, Tarzán el rey de la jungla era blanco, Miss Estados Unidos era blanca. Quería tener una escopeta y tirar al cielo para ser escuchado. Hasta los 18 años no supe bien qué pasaba. Ya era boxeador y creo que lo fui por eso, para que alguien supiera que yo estaba en el mundo. Después conocí a Wallace Muhammad, un predicador. El es hoy es mi mejor amigo: me hizo entender que Dios estaba en mí como todos y que sería alguien en la vida si mejoraba lo que me gustaba y pensaba en los demás para compartirlo. La vieja lucha entre blancos y negros que sufrí de niño y adolescente en Lousville, para mi terminó.

— ¿Qué porcentaje de corazón y qué porcentaje de intelecto componen su personalidad?

— El ochenta por ciento de corazón y el veinte por ciento de intelecto.

— ¿A qué ex retador a su corona le haría el homenaje de su reconocimiento?.

— A Floyd Patterson: fue un campeón fenomenal; un científico que pensaba, que pegaba y sabía todo. De él aprendí muchísimo.-

— ¿Se apiada usted de sus rivales? ¿Siente compasión por ellos?

— Sí, pero durante la pelea; antes no.

— ¿Qué piensa cuando tiene a un adversario a sus pies, vencido, herido, sufriente?

— Ruego a Dios que no tenga lesiones graves.

— ¿Cuándo cree usted que Alí dejará de ser noticia?

— Es imposible que yo deje ser noticia. Dondequiera que vaya atraigo multitudes. Me voy a casar el 19 de junio próximo y todo el mundo verá la boda por televisión y por las fotos. No puedo encontrar un lugar en el mundo donde ir, donde tener cierta privacidad. Pensé en un país hispano, pero igual sería un desastre. ¿Cuántos personajes en el mundo pueden ser reconocidos por cualquiera en la calle? ¿Cuántas celebridades pueden llegar a un lugar sin necesidad de decirle al chofer del taxi, al botones del hotel, al funcionario de Inmigraciones quién es uno? Yo nunca dejaré de ser noticia porque yo más que un hombre: soy un mito.

Cuando se dio cuenta que había hecho el anuncio de su próximo (tercero) matrimonio llamó a Verónica Porsche, madre de Hana, quien va a cumplir seis meses. Verónica apareció humilde en un extremo de la habitación y le preguntó a Muhammad qué quería: “Ven aquí, debo decirte algo al oído”

Verónica dio los seis pasos hasta el sillón donde estaba el rey y acercó su oído. El pantalón rosado le ajustaba las caderas armoniosas. Apenas un leve maquillaje y una blusa cerrada de arriba a abajo. Ninguna joya en sus manos más que una fantasía africana en la muñeca derecha. No olía a fragancia francesa y sentía vergüenza de haber provocado el silencio. En ese momento se veía a Esciot, la niñera, cuidar de Hana en sus brazos y a Lana la cocinera de Alí en plena tarea. Eran las tres de la tarde y el campeón comía una sola vez al día alrededor de las cuatro y media. Un nuevo chequeo había recomprobado el poco nivel de azúcar en la sangre y el avance de su artritis que lo obligaba a ingerir la menor cantidad de carne posible. Ese día Lana estaba preparando un plato de pescado en el horno en la cocina de la suite. El olor a pescado, el llanto de Hana, la placidez de nosotros sentados cómodamente y un Alí verborragico y dispuesto, daban un clima cordial que nos impulsaba a avanzar en nuestras preguntas hasta donde pudiéramos. La cita concertada había sido de quince minutos. Llevábamos más de media hora. Pat Patterson, el jefe de la custodia de Alí, un ex policía de Chicago capaz de atravesar cualquier blindaje y su ayudante James Cheriff miraban insistentemente el reloj parados con los brazos cruzados delante de la puerta como diciendo basta. Mientras ellos mascaban chicles, Alí nos respondía las preguntas. Y cada vez que volvían a mirar sus relojes, Muhammad exclamaba: “Okey, última pregunta por hoy y mañana continuamos… Última pregunta por hoy”

— ¿Qué cosas lo irritan, señor Alí?

— Los hipócritas, los que dicen la palabra de Dios sin creer en ella. Y no sólo sin creerla, sino también sin llevarla a la práctica. En una conferencia que se llamó “Las verdaderas causas del malestar de los hombres” explique la razón por la cual hay tanto crimen en la actualidad, tanta violencia, tantos robos, violaciones, prostitución y corrupción, drogas, énfasis en el sexo y sus deformaciones placenteras; es porque falta la presencia de Dios en la conciencia humana. Inclusive en las iglesias se predica la palabra de Dios pero no se la ejecuta. Si uno mira bien y quita al hombre del cuadro verá que hay perfecta armonía en el resto del Universo: hay paz en el agua, paz en las estrellas, en los peces, en los animales, en toda la creación, excepto en ese animal racional que es el hombre. El hombre ha roto todo lo que no entiende porque no se ha dejado llevar por Dios. ¿Y cómo puede un hombre, si está lleno de defectos e imperfecciones, por propia definición, guiar bien a otros hombres si no tiene dentro de sí los elementos que necesita para guiarse a sí mismo? El hombre ha exagerado demasiado sus propios conocimientos y poderes. No se da cuenta que es apenas un punto sin importancia y temporal en el tiempo y en el espacio. Ningún presidente ni ningún político pueden arreglar el problema de mi país y de muchos países si la gente no vuelve a Dios. Volvamos a él, lo encontraremos mirando un pájaro, leyendo la Biblia o el Corán o besando a alguien a quien queremos. Tenemos que pensar menos en las leyes de los hombres y mucho más en la ley de Dios. Miren este país, es el mejor del mundo, aquí todo funciona bien y tiene poder económico. Pero por dentro está podrido porque ha perdido a Dios, ha perdido sus objetivos.

— Campeón, ¿hay alguna palabra que defina su fe en Dios?

— Este año voy a ganar 14 millones de dólares. Tiene que haber Dios. . . Hasta mañana.

Fuente y foto: www.infobae.com

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