Hizo de mano derecha de Mario Borges en la resonante ficción nacional, pero Peralta esconde detrás una década como jugador en la Liga Nacional de Básquet. «Jugué con todos los monstruos. Los hermanos Ginóbili, Milanesio, Campana…», recuerda.
La jornada de grabación de «El Marginal» tiene un parate. El aro que está ubicado como parte del set en el medio del patio de la ex Cárcel de Caseros sirve para distender.»Barney», mano derecha de los hermanos Borges en la ficción, se desprende por un rato del personaje y entra en su antiguo papel: lanza como un profesional con la pelota naranja para el asombro de todos. Alguno lo mira una, dos, tres veces. De algún lado tiene esos movimientos. Una revista «Sólo Básquet» le servirá para confirmar sus presunciones: el que está ante sus ojos es el «Pocho» Marcelo Peralta, histórico pivote de la Liga Nacional de Básquet durante más de una década, hoy dándole rienda suelta a su pasión por la actuación.
«Jugué con todos los monstruos. Los hermanos Ginóbili, Milanesio, Campana… Una época en la que realmente veías a los jugadores que teníamos y no lo podías creer. Más el aporte de algunos norteamericanos que bajaban con un nivel increíble», relata «Barney» Peralta, quien saltó a la fama por ser el brazo armado de Mario y «Diosito» Borges en la serie «El Marginal» que acaba de emitir su último capítulo de la segunda temporada.
Peralta fue parte de la LNB durante la década del 90, convergencia entre la vieja guardia y el nacimiento de la Generación Dorada: «Oberto era pendejo, pero ya abajo del aro estábamos a los bifes mal. Era chico y tenía que empezar a acoplarse. Con Nocioni también, era muy chiquito, pero nos pudimos raspar. Con Scola en Ferro, otro, que era cadete pero ya jugaba… Se notaba la diferencia, en los distintos siempre se nota».
A sus 52 años convive con una inesperada repercusión gracias a la notoriedad que alcanzó la ficción que en su segunda temporada retrató el ascenso de los hermanos Borges dentro de la cárcel. No fue el único ascenso del que fue testigo: también vivió de cerca el rotundo cambio de Manu Ginóbili.
A comienzos de los 90 fue una pieza esencial de Quilmes de Mar del Plata, equipo que era comandado por «Sepo» y Leandro, los mayores de la dinastía Ginóbili. Por entonces, un flaquito narigón revoloteaba por la ciudad balnearia cuando visitaba a sus hermanos. «A mí me sorprendió muchísimo. No percibí realmente lo que iba a pasar, fue un tapado para mí. Era flaquito, callado. Teniendo a dos hermanos locos, dos personajes terribles, aparecía el otro que nada que ver», rememora sobre el hombre que acaba de dar su última pincelada en la NBA y que por entonces merodeaba los 15 años.
«Después me dijeron «el hermano menor no sabés cómo juega, la está rompiendo en Bahía». Me lo quería poner en mi cabeza y no correspondía. Algo pasó que no me di cuenta. Lo que se potenció, lo que desarrolló. Estaba muy contenido a nivel familia, esa fue la base. Es una persona que se enfocó y supo atravesar las etapas. Nunca vamos a tener la proporción de lo que consiguió a nivel nacional», explica.
Peralta empezó a jugar al básquet casi como una casualidad tras frustrarse con el atletismo, el voley y el handball. Un amigo lo invitó a probarse con la naranja en la mano a los 15 años e inició un meteórico trayecto. Pasó por Tres de Febrero, Provincial de Rosario, Quilmes de Mar del Plata, Boca Juniors, Racing, Pico de La Pampa, Estudiantes de Santa Rosa y terminó en Central Entrerriano luego de más de diez años de carrera.
En los inicios, el amor por la actuación y el deporte convivían. Hasta que un día debió optar por uno de los dos caminos, al menos por un rato. Su personaje «El Lerdo» en la serie humorística «Detective de Señoras» crecía, pero tuvo que dejarlo. El envase físico tenía fecha de caducidad y debía aprovecharlo para jugar al básquet. Ya habría tiempo para volver a pararse delante de las cámaras.
“Los hermanos Ginóbili son unos genios, gente buena. Todos personalidades diferentes pero te matás de risa. Pasé muchas cosas. Ese Quilmes de Mar del Plata fue revelación. Pasamos un momento basquetbolístico muy bueno, le ganamos a equipos extraordinarios. Tengo lindos recuerdos», afirma sobre uno de los momentos más sobresaliente de su carrera deportiva.
¿El otro? Dentro del Boca que comandó León Najnudel, el artífice de la estructura del basquet nacional, a mediados de los 90. «Era un hombre con mente europea. Se notaba que estaba más allá. Por eso influenció tanto el básquet local y aportó lo que nos enorgullece, que es la Generación Dorada», asegura.
Combativo y feroz deportista debajo del aro, debió trasladar toda esa bravura a su papel en la serie. «Hice las cosas que tenía que hacer, sabía que era un jugador de equipo. Peleador, agarraba los rebotes, hacía las cortinas… Hoy en la actuación me pasa lo mismo», explica este gigante bonachón que se describe como un «hombre sensible».
A tal punto llega esa conexión sensorial con el entorno y la realidad, que el trabajo en la cárcel fue movilizador para él: «En la primera temporada sufrí mucho más filmar en la cárcel. El frío se notaba. Hubo una escena de esa temporada en la que vamos a agarrar a la chica secuestrada con el colombiano, que la filmamos en el fondo del ala izquierda de la cárcel, en una habitación que no íbamos nunca. Te puedo asegurar que entrabas y sentías una presión en el pecho, un frío en la espalda, que querías salir corriendo. «¡Vamos a grabar ya!», pensabas».
«Si bien el básquet y la actuación son mundos dispares, tienen un punto en común: la comunión del laburo. Hay muchas cosas que se representan que son parecidas. Eso es lo mágico. Me pasó de estar grabando «El Marginal» y por ahí existe un roce con un compañero pero porque estás en la adrenalina de la grabación y eso me hacía acordar a las prácticas. Eso te activa sensaciones que vos desplegas en el juego y en la escena», retrata este hombre multifacético que también se le anima al canto y vivió una marcada transformación desde su época de deportista a este actor con barba y tatuajes.
Aquellos parates en las grabaciones que descubrieron el velo que escondía a «Pocho» detrás de «Barney» lo hicieron revivir todas sus travesías como jugador. Nicolás Furtado (Diosito), Claudio Rissi (Mario Borges) y otros integrantes del elenco compartieron largas jornadas con el deporte como denominador común dándole forma a la famosa comunión del grupo. Allí descubrieron que entre ellos había uno de los hombres que fue parte del sembrado de las semillas que dieron como cosecha una de las páginas más heroicas del deporte nacional con la Generación Dorada en primera plana.
Fuente y foto: www.infobae.com