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El 21 de junio de 1978 se jugó uno de los partidos más misteriosos de la historia de los Mundiales. La noche se tiñó de situaciones sospechosas. Kempes dijo que sus goles iban para Argentina, no para Videla. José Velásquez, volante peruano, acusó a dirigentes y compañeros de haberse «vendido». Un repaso por las declaraciones de los jugadores del encuentro más cuestionado de la historia del seleccionado nacional.

El festejo del primer gol de Mario Kempes. En el comienzo del partido hubo dos tiros en los palos del arco argentino.

Sobre él se editaron libros, se reprodujeron documentales, se acopiaron publicaciones, se transcribieron declaraciones, se elucubraron enigmas. Del contexto se desprende su naturaleza. Argentina estaba gobernada por una dictadura militar que había organizado la Copa del Mundo para guarnecer en el fútbol las atrocidades civiles. La Selección debía ganar por más de cuatro goles para acceder a la final. Le hizo seis a Perú, ya eliminado.

Las suspicacias sobreviven a cuarenta años de aquella historia. Nada ni nadie pudo neutralizar el recelo de un partido siempre cuestionado y siempre contemporáneo. Los recuerdos de los protagonistas alimentan las teorías de corrupción, sobornos y sospechas por la legitimidad del triunfo argentino. Los relatos son ambiguos, contradictorios, heterogéneos.

Mario Alberto Kempes hizo dos goles esa noche en Rosario. Fue figura y goleador del Mundial con seis tantos. Es una voz autorizada para analizar los sucesos del partido. En el derrotero posterior, repitió que «mis goles son para Argentina, no para Videla» y que ese equipo no defendía «intereses ni valores que no fueran los del deporte». Su posición queda irrevocable en su libro autobiográfico El Matador, donde además de desmentir las controversias se indigna con quienes embanderan las dudas del 6 a 0.

El equipo argentino ganó por 6 a 0 con goles de Leopoldo Luque (2), Mario Kempes (2), Alberto Tarantini y René Houseman.

Kempes argumentó que el equipo «salió con más ganas que las habituales» y lo vinculó al desdén por pasar a la final. Y criticó la fábula de muchos peruanos: «Se dijo que los militares apretaron a los jugadores peruanos en el vestuario en el entretiempo, que se retribuyó el favor de Perú mandándoles barcos con trigo y maíz, pero nunca saltó una prueba, una foto, un testimonio que lo confirmara. Eso es raro. Todo esto se lo dije en la cara a Oblitas el día que compartimos un programa de TV en Lima. Veinte años después, Oblitas aprovechó las cámaras encendidas para tirarnos dardos, limpiar la imagen peruana y acusar de todos los pecados del mundo a los argentinos. ¡Me le tiré a la yugular! Le exigí que dejara de hablar tonterías y que, si tenía pruebas, las presentara. Como no las tenía, optó por callarse».

Oblitas es Juan Carlos, un delantero peruano que expresó su repudio: «Todo lo que yo he dicho es lo que he sentido. Y lo que siento es vergüenza, nada más, porque yo pienso, como jugador, que ese partido no fue normal. La previa fue un zafarrancho». Deslizó que hubo un momento en que los delanteros argentinos «llegaban con mucha facilidad». Pero en una entrevista reciente para la televisión peruana, prefirió evitar la discordia: «A mí me tocan la puerta periodistas de todo el mundo para preguntarme sobre ese partido y ya no quiero hablar de ello».

Oblitas es el actual director deportivo de la Federación Peruana de Fútbol. Por eso sus opiniones viraron hacia una conducta más política. Aunque abrió la discusión, nunca firmó la sentencia de «partido arreglado». Incluso recuerda los dos remates que rebotaron en los palos del arco defendido por Ubaldo Fillol, uno suyo y otro ejecutado por Juan José Muñante.

Mario Alberto Kempes sostiene la postura de que no existió nada raro en el partido contra Perú en el Gigante de Arroyito de Rosario.

«Hay peruanos que jugaron en serio y otros, no tanto», declaró Oscar Ortiz. Osvaldo Ardilesconfesó que «aunque no quisimos hacerlo, ayudamos a un proceso genocida». «Lo que hizo la dictadura fue atroz, pero yo tiraba paredes con Bertoni y con Kempes, no con la Junta Militar», razonó Leopoldo Luque. Julio Ricardo Villa fue más drástico: «Nos usaron para tapar las treinta mil desapariciones. Me siento engañado y asumo mi responsabilidad individual: yo era un boludo que no veía más allá de la pelota».

Jorge Rafael Videla dijo el primero de junio de 1978, en el Monumental, ante setenta mil personas: «Esa paz dentro de cuyo marco el hombre puede realizarse plenamente como persona, con dignidad y en libertad, en el marco de esta confrontación deportiva caracterizada por su caballerosidad, en el marco de la amistad entre los hombres y los pueblos y bajo el signo de la paz, declaro oficialmente inaugurado este onceavo campeonato Mundial de Fútbol ’78». Fue aplaudido.

Jorge Rafael Videla y los jugadores argentinos Daniel Passarella y Osvaldo Ardiles en la coronación de Argentina campeón del mundo.

El libro Disposición final del periodista Ceferino Reato, un documento que revela las confesiones del dictador sobre los crímenes de lesa humanidad perpetrados, conserva un capítulo dedicado a esclarecer las sospechas del 6 a 0 a Perú. Videla rechazó las suspicacias: «No fue verdad, en absoluto; yo, por lo menos, no saqué un peso del bolsillo. No se habló de un posible arreglo antes del partido, ni en el Gobierno, ni en la Junta».

Oblitas hablaba de que la previa fue un zafarrancho. José Velásquez, volante central peruano en aquel 21 de junio de 1978, lo sinceró: «Videla entró al vestuario con el secretario general de Estados Unidos, Henry Kissinger, supuestamente a desearnos suerte. ¿Qué tenían que hacer ahí? Fue como una manera de presionarnos, para ver a los que se habían vendido». Roberto Mosquera, delantero peruano que no jugó ningún partido en el Mundial, habló con Télam cuando como técnico del Juan Aurich enfrentó a River por Copa Libertadores de 2015: «Lo vi a Videla en el vestuario y me dio asco. Tenía 20 años y no le di la mano. Cuando un Presidente entra con esa prepotencia en el vestuario, están abusando de ti, porque no puedes hacer nada. Está usando su poder para someterte psicológicamente. Te sentís agredido, abusado».

Germán Leguía, mediocampista peruano, lo ratificó: «Videla entró con Kissinger, nos habló de los hermanos argentinos, nos leyó un comunicado de Morales Bermúdez (dictador de Perú en esa época). Que siempre hemos colaborado, que nos han defendido… Te estaba diciendo que si Argentina no salía campeón reventaba todo». Agregó que fue la vergüenza más grande que sufrió y que ese equipo no perdía ni 2 a 0 contra Argentina.

El arquero argentino por el suelo: Ramón Quiroga nació en Rosario en 1950 y defendió el arco peruano en el Mundial de 1978.

Velásquez dio detalles, en diálogo con el diario local Trome: «Seis jugadores nos reunimos para decirle al técnico Marcos Calderón que no atajara Ramón Quiroga y aceptó. Al día siguiente, lo primero que hace, es ponerlo. ¿Qué puedes pensar? ¿Se vendió o no? Además, yo siempre era titular y jugaba los 90 minutos. En ese partido, el entrenador me saca comenzando el segundo tiempo cuando perdíamos 2-0. Entra (Raúl) Gorriti y llegan los demás goles». Y fue severo: «Es una realidad que los dirigentes se vendieron. Que no tenga pruebas, no quiere decir que no haya pasado. Y seis jugadores también se vendieron. Solo puedo nombrar a cuatro, porque hay otros dos que son famosos y les puedo dañar sus carreras. Esos cuatro son Rodulfo Manzo, Raúl Gorriti, Juan José Muñante y Ramón Quiroga. ¿Por qué queríamos que no atajara Quiroga? Era argentino y lo iban a abordar, amenazar y queríamos protegerlo de alguna manera».

En marzo de 2018, Ramón Quiroga demandó a Velásquez por delito contra el honor y difamación agravada. «Ese negro está loco, está chiflado. No le voy a dar más vida. Siempre he sido una persona seria para trabajar. Es un imbécil», lo insultó. El arquero que recibió los seis goles nació en Rosario en 1950. Su condición de argentino nacionalizado peruano levantaba sospechas. En una nota publicada por La Nación en 1998 se defendió: «Yo no agarré guita». Reconoció, sin embargo, haber visto «cosas raras» y difundió las discrepancias en el plantel peruano: «Estábamos todos peleados, los de Cristal por un lado, los de Alianza por el otro. Nosotros éramos los blanquitos, ellos los negros».

Al diario español El País le dijo que su padre quería que perdiera en una entrevista de la que habló con inocencia del partido más controversial de la historia argentina. «Se cometieron muchos errores. Les regalamos tres goles. Poco pude hacer. Me las tuve que comer, aunque no tuve la culpa de ningún gol. Perdimos desastrosamente. El primer tiempo caímos 2-0. Nos estábamos cayendo a pedazos. El primero lo marcó Kempes tras robar la pelota. Luego, Tarantini en un córner. El error fue de los centrales».

Muñante también respondió a las declaraciones de Velásquez con amenazas de presentar denuncias por agravio. «El tipo está delirando. Yo pongo mis manos al fuego porque nadie hizo nada doloso contra Perú. Nadie se echó, pudimos hacerle dos o tres goles a Argentina en los primeros quince minutos, pero así es el fútbol», justificó.

«Ni yo ni mis compañeros de la selección peruana hemos recibido dinero por el resultado del partido», contestaría Manzo en los años posteriores al partido. Las especulaciones sobre la honestidad del defensor peruano radican en la incorporación a Vélez tras el Mundial. La sospecha instalada describe que autoridades argentinas le prometieron una transferencia a cambio de una actuación deficiente. A pesar de haber enterrado las presunciones de fraude, su posición fue -a veces- sugestiva. En una entrevista local, admitió una situación irregular: «Antes del partido atendí una llamada telefónica. La voz, que tenía acento argentino y me trataba de manera peyorativa, discriminatoria y racista, me dijo de muy mala manera que les comunicara a mis compañeros que nos pagarían 50.000 dólares a cada uno si permitíamos la clasificación de Argentina».

En el libro Fuimos campeones, el autor Ricardo Gotta narra la historia oculta del vestuario peruano tras el 6 a 0. «Manga de mierdas, espero que al menos repartan bien el dinero», habría dicho alguien los minutos posteriores al partido más sospechoso de la historia de los Mundiales.

Fuente y fotos: www.infobae.com

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