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El 11 de enero de 1992, Juan Gilberto Funes llevó sus goles al cielo y desde allí vela por su provincia que le erigió un estadio, lo convirtió en club, levantó una estatua en la calle que lleva su nombre para que todo puntano que se precie, le rinda tributo todos los días.


Era noche de Copa, Independiente enfrentaba a River en la Doble Visera y fui a la cancha, envalentonado por el empate en cero de la primera rueda, aunque todos sabíamos que jugábamos con el campeón vigente y el historial en contra pesaba. Pero ya no estaba el “Bambino” y su suerte en el banco; ahora era la calculadora de Griguol, entonces había alguna chance.

Y nos clavó Juan Funes … y parecía que la suerte estaba echada otra vez. Independiente enloqueció y cada contra de River era medio gol. El “Búfalo” estaba imparable, metió un tiro en el palo y el 1-0 del primer tiempo nos dejaba en partido, pero River nos bailó … como sucedía casi siempre en estas instancias.

El segundo tiempo arrancó igual… el Rojo atacaba desesperado y River estaba para definir en la primera contra que acertara.

Y llegó la jugada que me quedó grabada en la memoria… pasaron 36 años y cada vez que me preguntan si vi jugar a Funes, qué tipo de delantero era … si era tan así aquello de su potencia física, traigo al recuerdo esta acción que justifica la efeméride de hoy.

Recupera River la pelota en su área del lado de la Visera y se la pasan a Funes, apenas recostado de espaldas a la platea baja casi a la altura donde estaba el banco de suplentes …

Y arranca … todos tragamos saliva …

Parecía una topadora, un tren… la imagen que ustedes asocien con la potencia, la supremacía … yo siempre lo comparé con el demonio de Tasmania, ese dibujito del animal que arrasaba todo a su paso… así era Juan cada vez que encaraba hacia el arco rival.

Le sacó dos cuerpos de ventaja – en términos burreros- a sus perseguidores y cruzaría la mitad de la cancha; la última esperanza era Delgado, el paraguayo que casi en posición de 4 atravesaría todo el terreno hacia el carril izquierdo para interceptarlo.

Creció el optimismo. ‘Rogelio lo parte, el paraguayo lo hacha’, se escuchaba entre los hinchas y me tranquilicé… más viéndolo correr al zaguero guaraní, cuchillo entre los dientes, yendo en línea recta corriendo la cancha en diagonal para voltear al «Búfalo».

Creíamos que Funes terminaría contra los carteles de publicidad, cerca del foso, una imagen típica cuando Villaverde o Delgado estaban de último hombre e iban por el que osaba enfrentar al arquero.

Nada de eso ocurrió…. el paraguayo rebotó contra la humanidad de JG … literal.

En su afán por detenerlo, trató de agarrarlo de alguna parte, estiró los brazos, quiso sostenerse de él y Funes, impertérrito, siguió su contundente marcha, pasando por arriba nada más y nada menos que a Rogelio Wilfrido Delgado Casco, el barbado multicampeón con Olimpia, digno heredero de la guadaña de Navarro, Pavoni y Trossero que trastabilló y se cayó … despatarrado, desarmado. Yacía tendido en el verde césped, devenido a campo de batalla. La escena era grosera.

El silencio se apoderó de la fría noche de Avellaneda y el terror, de los rostros resignados de los hinchas de Independiente que presagiaban una nueva eliminación de la Libertadores ante River como en el `76 o el ´78 con Juan Gilberto Funes como protagonista y causante principal de la tragedia.

Islas se encomendó a su Dios… Funes, el cohete humano, tras recorrer más de 70 metros, enfrentó al vencido arquero y definió cruzado, buscando ponerla pegada al palo más lejano del guardavalla que iría, inexorablemente, a buscarla adentro.

La pelota no entró … se fue a milímetros del poste derecho del arco que daba a las vías del ferrocarril donde la parcialidad visitante atinó a balbucear una vocal, estirándola indefinidamente: uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu !!!!!!!!!!!

Me vino a la mente la canción de Sabina que decía: «Solo sé que algunas veces, cuando menos te lo esperas, el Diablo va y se pone de tu parte», como única razón para entender lo que acababa de suceder.

Independiente terminó ganando 2-1 en una noche inexplicable como todos los triunfos sobre River que presencié en mis años de ir a la cancha o verlos por TV. No son muchas las veces que, tras un triunfo de magnitud semejante, a uno lo invadan recuerdos de lo que pudo haber sido y no fue, sobre todo si tienen que ver con el equipo derrotado. Generalmente, lamentamos un penal no cobrado o un gol mal anulado a nuestro favor que pudieron cambiar la historia, pero hasta el día de hoy es que, cada vez que llega esta fecha, se me viene a la memoria este partido jugado el 23 de septiembre de 1987, cuando de hablar de Funes se trata. Y eso que vi a terribles nueves: Luque, Morete, Outes, Gareca, Bianchi y todos los de estos tiempos. Funes fue contemporáneo de los tanques europeos Klinsmann (Alemania) y Elkjaer Larsen (Dinamarca) pero nunca los vi hacer nada semejante como lo de esa noche en Avellaneda.

Jamás presencié superioridad física semejante de un delantero, él era un All Black …. Todos los All Blacks !.

Ni siquiera me acuerdo de cómo fueron los goles de mi equipo, con el paso del tiempo , uno retiene sensaciones…  sentimientos … emociones asociadas a tal o cual evento acontecido. Hoy los goles los podés revivir por Youtube, lo otro no…. si no estuviste ahí.  De esta jugada que les acabo de contar, con lujo de detalles … me acuerdo todos los días de mi vida y es así como recuerdo a Juan Gilberto Funes.

Adolfo González

Foto: TyC Sports

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