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El 3 de abril de 1975, Bobby Fischer se negaba a defender su campeonato mundial de ajedrez y Anatoly Karpov era proclamado nuevo rey sin mover una pieza. Fischer no sólo perdió el título: también empezó a deslizarse en tobogán hacia la demencia.

La Guerra Fría fue un juego de ajedrez con el mundo como tablero. Y el ajedrez tuvo, en la década del 70, su propia Guerra Fría. El niño terrible Bobby Fischer, estadounidense y campeón mundial, debía defender su título contra un amenazante Anatoly Karpov, soviético y más joven. Pero el duelo nunca tuvo lugar: Fischer se negó a jugar. No sólo perdió el campeonato; también comenzó a deslizarse por un tobogán de demencia que lo alejó para siempre de las competencias. El 3 de abril de ese año, Karpov fue declarado campeón.

Uno de los más brillantes ajedrecistas de la historia, Bobby Fischer había conseguido el título mundial en 1972, tras derrotar al soviético Boris Spassky. Fue el primer campeón del mundo de EE.UU., tras años de dominio soviético. Ya era una celebridad y la victoria lo catapultó al estrellato absoluto. En plena Guerra Fría, muchos quisieron vender su triunfo como una prueba de superioridad intelectual estadounidense.

Tras la última partida con Spassky, una victoria brillante con piezas negras y una variación de la defensa siciliana que nunca había usado, Fischer no volvió a jugar una competencia oficial. Se convirtió de a poco en una mezcla de producto de propaganda antisoviética y fenómeno circense que llegó a desfilar en TV junto al actor Bob Hope.

Mientras el campeón soportaba la Fishermanía en su país, se resentía su preparación y su salud mental comenzaba a mostrar grietas, una amenaza para su reinado apareció en el horizonte. En 1974, un Anatoly Karpov de apenas 23 años se ganó el derecho a desafiarlo tras superar al veterano Victor Korchnoi en la eliminatoria.

Karpov era joven, arrollador y tenía hambre de gloria. Contra Fischer, debía ser un match inolvidable.

Entonces se planteó una discusión que aún hoy divide posturas. Unos meses antes del duelo, el vicepresidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), Fred Cramer, había propuesto que se jugara a diez victorias, con un número de partidas ilimitadas, sin tener en cuenta los empates (tablas). Y agregó que, en caso de empate en 9, el campeón retendría el título.

Inmediatamente se escucharon voces en contra, con el siguiente argumento: si se mantenía esa regla, Karpov necesitaba diez victorias, pero a Fischer le bastaba con nueve.

Hubo cruce de cartas, exposición de argumentos y una áspera discusión. La FIDE debió convocar a un congreso extraordinarioen marzo del 75 en Holanda, donde el mundo bipolar, con su entramado de alianzas, se replicó: la Federación no aceptó la victoria del campeón en un hipotético empate en 9 puntos. Fue en una reñida votación que arrojó un resultado de 35 votos contra 32.

Luego de ese congreso, ya con las reglas fijadas, llegó lo impensable. Fischer se negó a disputar el match. El 3 de abril, sin mover una pieza, el soviético Karpov fue declarado nuevo campeón mundial. En la nota de Clarín sobre el tema, el flamante rey del ajedrez mostraba pesar por la decisión de Fischer:

El nuevo monarca manifestó: “No creo que Fischer estuviese en condiciones de defender su título. Han pasado tres años desde la anterior serie de partidas por el título, y en ese lapso, bastante largo, el ajedrez cambia y progresa”.

Todavía es un interrogante qué llevó realmente a Fischer a desistir de jugar el match. ¿Apego a sus convicciones sobre las reglas? ¿Temor ante la amenaza del joven Karpov? ¿La falta de una preparación adecuada? ¿Su salud mental ya resquebrajada? Fischer no sólo perdió el título en ese 1975. Al parecer, también cortó muchos de los lazos que unían su genial mente con la realidad. De hecho, desapareció abruptamente de la escena pública. Reapareció seis años después, cuando con aspecto de vagabundo fue detenido por la Policía en Pasadena, California, al ser confundido con un ladrón

Karpov revalidó su título dos veces en sendos duelos con Korchnoi y se quitó el estigma de haber sido campeón sin jugar. En los 80, protagonizó con Garry Kaspárov un duelo emblemático de la historia del deporte.

Fischer peleó contra su propia locura y cada reaparición suya estuvo teñida por la polémica. En 1992 volvió a jugar una serie de partidas contra Spassky en la Yugoslavia desmembrada y en guerra, lo que le valió una orden de captura de Estados Unidos, que le retiró el pasaporte. Paria del mundo, se asentó en Filipinas, donde cada tanto era noticia por expresiones antisemitas y antinorteamericanas. Después de una detención en Japón, en 2004, Islandia se apiadó del genio loco y le ofreció la ciudadanía. En enero de 2008 murió, a los 64 años. Sus restos descansan en una tumba austera en el sur de ese país.

Fuente: www.clarin.com

Foto: AP

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