EFEMÉRIDES DEPORTIVAS – Edurne Pasabán, la reina del Himalaya

El 20 de julio de 2005, la alpinista vasca llegaba a la cumbre del Nanga Parbat de 8.125 metros y con ocho ascensiones, se convertía en la mujer viva con más “ochomiles”.

Con la conquista del Nanga Parbat, Edurne Pasabán (Tolosa, 1973) se convertía en la alpinista viva con más ocho miles. Alcanzaba los ocho, uno más de la mitad de la colección de los 14 gigantes de la Tierra. No ha sido la única alpinista en alcanzar esta cifra. En 1992, la legendaria alpinista polaca Wanda Rutkiewicz falleció cuando intentaba el Kangchenchunga (8.586) en el que prevía que fuera su noveno ocho mil. Pasabán, con esta ascensión, ya era la reina del Himalaya, con una cima más que la austriaca Gerlinde Kalterbrunner, que en la pasada primavera holló su séptima gran cumbre en el Shisha Pagma (8.025) y que en los próximas semanas intentaría otro ocho mil. Le anticipamos al lector el final de esa película: lo lograría. Ambas escaladoras consiguieron con el tiempo los 14 ochomiles pero esa es historia para otras efemérides, volvamos con ésta que nos ocupa hoy.

«Tengo los pies perfectos. Estaba preocupada por cómo reaccionarían a 8.000 metros después de dejar hace un año parte de los dedos en el K-2. He pasado frío, mucho frío allá arriba durante el ascenso realizado por la noche. Pero con la llegada de los primeros rayos de sol, que nos ha pillado en la cumbre, todo se me ha iluminado. Estoy bien», cansada, muy cansada, pero bien. Mis plantillas ortopédicas han resultado ser mágicas», le decía al diario El País que la llamaba pocas horas después de alcanzar el objetivo, al campamento ubicado a 7.300 metros de altitud.

El Nanga Parbat, llamado por los balties de Pakistán, la Diosa Madre, fue en esa ocasión benévola con los alpinistas. La montaña vivió una experiencia inédita. Unos 24 alpinistas partieron en el ataque a la cumbre en un mismo día aprovechando el buen tiempo.

Un ataque masivo a la cumbre inédito en esta legendaria y trágica cima. Si Hermann Buhl resucitara no daría crédito. Ese tramo final que el alpinista austriaco recorrió en solitario durante más de 20 horas en 1953, en la primera conquista del Nanga Parbat, fue transitado esta vez por una multitud. Contra todo pronóstico, todos los alpinistas que tres días atrás salieron del campo base llegaron al 4 con ganas de hacer la cima. Alguno con más problemas que otros, pero nadie pinchó antes de la pirámide final, de esos 800 metros últimos que convierten la montaña en un paseo entre el amor y la muerte. Esa zona, donde apenas existe el aire para respirar y las pendientes heladas llenas de nieve se convierten en una trampa que no avisa.

«El Nanga Parbat nos ha costado pelearlo», terció Edurne. «Es una montaña baja, pero rígida y exigente que te deja tocada». Pasabán habla de la dureza de la montaña que entre 1930 y 1950 fue asediada por numerosas expediciones alemanas con un saldo trágico de numerosos muertos. Fue tildada en aquella época como asesina por los alemanes, terminó sucumbiendo a la voluntad de un genio austriaco, Buhl, el padre del himalayismo moderno y que falleció en el Chogolisa, un siete mil, en 1957.

Rafael Carbonell

Fuente: www.elpais.com

Foto: Fernando J. Pérez (El Correo)

 

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