El 5 de septiembre de 1972 durante los Juegos de Munich, 11miembros del equipo olímpico israelí fueron tomados rehenes y asesinados por un comando del grupo terrorista Septiembre Negro, una facción de la OLP liderada por Yasir Arafat, en pleno desarrollo de la competencia.
Los Juegos Olímpicos son el acontecimiento deportivo más importante en todo el planeta. Cada cuatro años, el mundo del deporte se paraliza para observar por 17 días como marca la tradición olímpica, todas las disciplinas que indica el calendario de la competición.
En las 31 ediciones disputadas hasta los Juegos de Río 2016, la historia olímpica estuvo envuelta de grandes hazañas, que marcaron no solo la cronología deportiva en general, sino que la historia en su totalidad.
La efeméride del día de hoy nos remite a los Juegos Olímpicos de Munich 1972. En la segunda edición organizada por Alemania, la premisa fundamental de la organización era brindar un ambiente de paz y fraternidad, debido a que en el antecedente organizativo previo -los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, en pleno régimen nazi-, la discriminación, y el racismo se hicieron presentes en la cita olímpica. Además de esta situación, el atleta de color Jesse Owens conquistó nada más y nada menos que cuatro medallas de oro, saboteando la idea de la superioridad aria que Adolf Hitler quiso imponer en “sus” Juegos.
Pese a esta premisa, la Villa Olímpica en Munich estaba dotada de 27 mil personas entre fuerzas de seguridad militares y policías. Pero hubo fallas graves en la seguridad.
A las 4.40 de la madrugada del día 5 de septiembre de 1972, mientras dormían, ocho terroristas palestinos de la banda Septiembre Negro, disfrazados con ropa deportiva y con pistolas y granadas en sus bolsos, empezaron a escalar la reja. Fueron ayudados por atletas estadounidenses para ingresar a la Villa, que no sabían de los macabros planes que escondía este grupo palestino, facción de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), entonces liderada por Yasir Arafat (1929–2004). Lo más triste de esta situación, en la cual murieron once atletas israelíes, un oficial de policía alemán y cinco terroristas; es que fueron ayudados por grupos neonazis locales. El atentado había sido planificado en la propia Alemania.
Los terroristas, con claros objetivos y planificación
Eran fedayines palestinos, refugiados del Líbano, Siria y Jordania. Sus nombres: Luttif Afif (el jefe), Yusuf Nazzal, Afif Ahmed Hamid, Khalid Jawad, Ahmed Chic Thaa, Mohammed Safady, Adnan Al Gashey y Jamal Al Gashey (primos).
Estaban armados con fusiles de asalto AKMS, revólveres, granadas y pistolas Tokarev TT–33.
A las seis de la mañana, luego de asesinar al entrenador Moshé Weinberg junto con el levantador de pesas Joseph Roamno; los terroristas lanzaron sus demandas desde una ventana, con una amenaza: “Si no se han cumplido para las nueve de la mañana, mataremos a un atleta”. Pedían la liberación de 236 presos en Israel.
La negociación duró todo el día. Israel se negó a negociar, y los terroristas neutralizaron todos los intentos de espionaje e investigación por parte de los agentes alemanes para lograr un rescate.
De esta manera, a las 1.30 de la mañana del día siguiente, el desenlace fue el peor de los posibles. Tras diversos enfrentamientos con la policía alemana -las fuerzas militares no podían actuar debido a estar en tiempos de paz-, no hubo sobrevivientes. El colmo, fue que las autoridades -para no brindarles información a los terroristas, mintieron asegurando que estaban vivos, brindando con sus familias. Pero la mentira en un momento debía desenmascararse.
El jefe de prensa de los juegos olímpicos, Hans Klein, le informó la negra verdad al periodista Jim McKay, que dijo públicamente:
–Acabo de recibir la última información. Nuestros peores temores se han vuelto realidad esta noche. Había once rehenes. Dos fueron asesinados en sus habitaciones. Nueve, en el aeropuerto, esta noche. Todos se han ido…
Los Juegos siguieron adelante a pesar de todo
Sorprendentemente, la competición olímpica solo se suspendió por un día, el 5 de septiembre, a pesar de que diferentes personalidades pidieron su cancelación. El entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, y otros miembros del COI decidieron que los terroristas no podían condicionar la celebración de los juegos con unas famosas y a la vez polémicas palabras pronunciadas por aquel durante la ceremonia de conmemoración de las víctimas celebrada al día siguiente: «Los juegos deben continuar». Al memorial por los muertos que se celebró en el estadio olímpico asistieron 80 000 espectadores y 3.000 atletas. Brundage no hizo ninguna referencia a los deportistas asesinados durante su discurso, en que elogiaba la fuerza del movimiento olímpico. Este hecho enojó a los israelíes y a mucha de la gente allí presente.
Como muestra de duelo, durante el acto, la bandera olímpica se izó a media asta junto con la mayoría de las banderas nacionales de los países presentes en los juegos, a excepción de los países árabes, los cuales exigieron que sus enseñas ondeasen en lo alto del mástil. Las naciones árabes de donde procedían los terroristas lo veían como una claudicación frente a Israel.
El 7 de septiembre, el equipo olímpico israelí anunció que abandonaba Múnich, siendo especialmente protegidos por las fuerzas de seguridad. Lo mismo hizo el equipo egipcio, temiendo posibles represalias.
Los familiares de las víctimas solicitaron al COI levantar un monumento permanente en memoria de los atletas fallecidos, pero éstos declinaron la petición, alegando que el hecho de hacer una referencia explícita a las víctimas podría enojar al resto de la comunidad olímpica.
Los Juegos continuaron, tras la retirada de la delegación israelí de Munich. Apenas hubo banderas a media asta. Pero la historia siempre recordará esta jornada, de la que hoy se cumplen 47 años, como la más oscura del olimpismo.
Fuente y foto: www.airesdesantafe.com.ar
Videos: Youtube