El 2 de mayo de 1985 murió Attilio Bettega cuando disputaba el Rally de Córcega. Justo un año más tarde, en el mismo rally, el accidente mortal de Henri Toivonen y Sergio Cresto cambió la historia de los rallies.
Si el 1 de mayo fue un día triste para los amantes de la Fórmula 1 por un nuevo aniversario de la muerte de Ayrton Senna, como también lo fue el 30 de abril por el accidente mortal de Roland Ratzenberger en aquel fatídico GP de San Marino 1994, este 2 de mayo lo es para los acérrimos aficionados a los rallies, pues fue cuando Attilio Bettega perdió su vida en el Rally de Córcega de 1985 y, ese mismo día un año después, lo hicieron Henri Toivonen y su copiloto Sergio Cresto, lo que a la postre supuso el adiós definitivo a los Grupo B.
Para los que no los conozcan, estos coches han sido los más venerados del mundo de los rallies. Diseños muy agresivos con primeros tintes de estudios aerodinámicos –algunos equipos contrataron ingenieros de Fórmula 1–, chasis tubular, motores que rozaban o incluso alcanzaban la friolera de 500 caballos de potencia, peso mínimo del coche irrisorio… en definitiva, estos coches fueron concebidos para superar los límites establecidos hasta ese momento, pero al mismo tiempo se convirtieron en ‘ataúdes con ruedas’.
Attilio Bettega con su Lancia 037 chocó contra un árbol en el Rally de Córcega 1985 y murió al instante –su copiloto, Maurizio Perissinot, salió ileso–. Su legado en Italia es inmenso, e incluso una vez al año se celebraba –hasta 2017– un evento en su memoria, el Memorial Bettega, donde algunos pilotos se daban cita para rendirle homenaje y deleitar a los aficionados que acudían.
Justo un año más tarde llegó la puntilla de los Grupo B. En el mismo rally, en Córcega, Henri Toivonen y su copiloto –Sergio Cresto– se precipitaron por un barranco de cinco metros y, sin saberlo, cambiaron para siempre la historia de los rallies. El finlandés, que no llegó a ganar ningún campeonato pero tenía un futuro prometedor por delante, murió junto a su copiloto cuando lideraban la prueba en un misterioso accidente que nunca fue resuelto del todo. En parte, debido a que las llamas calcinaron casi la totalidad del coche y lo único que se pudo rescatar fue el chasis.
Pocas horas después del accidente, Jean-Marie Balestre, que por aquel entonces era presidente de la FISA –lo que a día de hoy es la FIA–, comunicó a los equipos la prohibición de los Grupo B para la siguiente temporada. El galo decidió que 1986 sería el último año de estos irrepetibles coches, asustado no sólo por los accidentes y la potencia de los coches, sino también ante las ‘armas’ que las marcas estaban preparando para el Grupo S, que debía sustituir a los Grupo B. Un ejemplo es el prototipo que Audi tenía entre manos, una ‘locura’ que nunca llegó a competir.
En lugar de estos Grupo S, que pretendían dar continuidad a esta época dorada de los rallies, la Federación tomó cartas en el asunto para volver a coches mucho más estrictamente derivados de serie, los Grupo A. Vehículos más limitados en potencia y peso –con tracción en las cuatro ruedas– que, para ser homologados, los fabricantes debían producir al menos 5.000 unidades en todo el mundo, aunque en el año 1994 la cifra fue reducida a 2.500 unidades.
Fuente: www.soymotor.com
Fotos: Varias web
Videos: Youtube