El 2 de agosto de 2011, se quitó la vida Héctor Damián Larroque. El exarquero que inició su carrera en Boca Juniors, pasó por Godoy Cruz y Estudiantes de La Plata entre otros equipos del interior y del ascenso. Tenía 39 años y agregó su nombre a una lista que incluye a Toriani y Vivalda destacados guardavallas del fútbol argentino. Una tendencia que es mayor que en cualquier otro puesto y que la psicología trata de explicar, léanlo en esta nota.
Arquero que ascendió al plantel superior de Boca Juniors en la época que Navarro Montoya era intocable, y el lugar en el banco se debatía por esos años entre Esteban Pogany, Carlos Silva y Marcelo Yorno.
No fue fácil la historia del Pachi allí. Si bien debutó con Bilardo el 23 de junio de 1996, ganando 3 a 2 frente a Banfield, esas dos conquistas en contra le jugaron una mala pasada, ya que nunca más jugó. Apenas volvió a sonar integrando una sola vez el banco de suplentes. En aquella tarde frente al Taladro, le inflaron la red Julio Ricardo Cruz y Javier Baena. Sin embargo, se dio el gusto de jugar con Diego Maradona, Juan Verón, Claudio Caniggia, Nelson Vivas, Néstor Fabbri y el Kily González.
Bajó a la B Nacional para tomar nuevamente envión, pero con el correr de los años se le hizo muy cuesta arriba retornar. Deambuló por diversos clubes, jugando en Godoy Cruz de Mendoza (1998-1996), San Miguel (1998-1999) y Villa Mitre (1999-2002). En este último llegó a ser referente, a tal punto de patear penales. Por esos años compartió sus tardes con Leonardo Luppino, Mauro Gerk, José Luis Pelanda y Alberto Boggio.
Pero a pesar de estar muy cómodo en Bahía Blanca en donde inclusive compró una casa, partió nuevamente a Mendoza para unirse a San Martín (2002-2003) donde conoció a Gabriel Nasta, Víctor Zwenger, Sebastián Coria y Eduardo Iachetti.
Buenas actuaciones lo devolvieron otra vez a la A y nuevamente de la mano de Bilardo. Su sueño lo cumpliría en Estudiantes de La Plata (2003-2004) a préstamo por una temporada, pero las cosas no anduvieron bien. Quedó como tercer arquero detrás de Docabo y Herrera sólo atajando en contadas oportunidades en reserva. Esa temporada la perdió, pero él es el único responsable porque al firmar con el Pincha sabía cuál sería su lugar.
En el 2004 San Martín de Mendoza volvió a confiar en él y en el 2005 se fue a Huracán de Tres Arroyos para ser suplente de Daniel Islas.
Su último desempeño futbolístico fue en el 2008 y 2009 en el Club Sportivo Italiano también como arquero suplente de Albano Anconetani, ascendiendo a la «B» Nacional. En el ACIA pasó los últimos cuatro años de su vida ganando su último partido el 27 de marzo de 2010 ante Club Atlético Rafaela por 3 a 1. Se despidió como profesional en abril, en Floresta, cuando Italiano perdió en un memorable partido 5 a 4 con All Boys.1
Desde el 2010 se dedicaba como ayudante de campo del técnico Gustavo De Giuli y como entrenador de arqueros en el Club Deportivo Laferrere.
Larroque se ahorcó en la terraza de su domicilio el martes 2 de agosto de 2011, el móvil fue una profunda depresión en la que estaba inmerso debido a sus problemas familiares como la pelea por la tenencia de su hija y también por el abandono por parte del mundo futbolístico.
¿Es casual que se produzcan tantos suicidios entre los arqueros?
Con el suicidio de Héctor Larroque, la lista de arqueros que se quitaron la vida llegó a 10 en los últimos años, una cifra muy alta comparada con los jugadores de campo. Especialistas y entrenadores intentan desentrañar el particular perfil psicológico de los dueños del arco.
“Lo primero que hay que decir es que no cualquiera se suicida –enfatiza Marcelo Roffé, ex psicólogo de las Selecciones Juveniles en la era Pekerman, que atendió a unos cuantos arqueros profesionales-. Tiene que haber causas que lo hagan sufrir de manera tal que entienda que la muerte es una salida posible. Ahora, que la estadística esté engrosada en los arqueros no es casual y tiene que ver con el rol que cumple, con la percepción de fracaso, con la soledad y la ingratitud del puesto. El perfil psicológico del arquero es particular. Se trata de un puesto individual de un deporte en equipo: es el que viste distinto, el que entrena diferenciado, el único que puede utilizar las manos, al que a veces le cuesta integrarse al grupo, y aquel al que le ponen la etiqueta de boludo o de loco. El mismo arquero a veces lo asume”.
Autor de 7 libros sobre psicología y deporte, Roffe prosigue con su disección: “Es un rol muy narcisista y también lo ponen en ese lugar. El arquero es el que te salva y el que te hunde. Tiene 9 atajadas buenísimas pero le pifia en un centro y pasa a ser el responsable de la derrota, el chivo expiatorio. Y son muchos más los partidos en que va a ser etiquetado más de culpable que de salvador, por eso la fortaleza anímica debe estar muy desarrollada para bancarse los sinsabores del puesto, las críticas del periodismo, de la gente y de los compañeros. El arquero, en síntesis, debe tener un mayor grado de concentración, de asunción de la responsabilidad, de tolerancia a la frustración y de manejo de las presiones. Y debe aprender una lección: no existen las pelotas fáciles. No es bueno tener mucha confianza ni tampoco muy baja. Es como el León, que no subestima a su presa y persigue con la misma fiereza al rinoceronte y a la liebre”.
En el fútbol siempre se buscan culpables: el árbitro siempre está a mano. Y un pasito atrás, el arquero. La Selección de Maradona se comió 6 goles en Bolivia y Juan Pablo Carrizo no atajó más, aunque apenas tuvo responsabilidad en un tanto y salvó otros 5. Recién dos años después volvió al predio de AFA.
¿El arquero sufre las derrotas más que el jugador de campo?
El que da su visión ahora es Miguel Angel Santoro, ex gloria del arco de Independiente y formador de los excelentes valores que sacó el club en los últimos años: “Puede ser, el jugador de campo se equivoca y siempre uno lo puede salvar. Y, además, al menos se descarga corriendo. El arquero comete un error y atrás tiene la red, no puede reivindicarse. El arquero es distinto, porque debe absorber muy pronto las situaciones, analizar con frialdad y sobreponerse a los reveses lo más rápido posible”.
El Ruso Norberto Verea, mejor comentarista del fútbol que arquero en sus épocas de cabellera tupida, coincide con Pepé: “Desde el arco hay menos descarga, te meten un gol y tenés 15 minutos para soportar la sorna de los hinchas, las caras de tus compañeros y pensás ¿son mis compañeros o mis enemigos?”.
Para cerrar el círculo, un par de aportes de la literatura. En su cuento “El césped” (1990), el uruguayo Mario Benedetti relata la historia de dos amigos, Benjamín Ferrés y Martín Riera, delantero y arquero respectivamente, que finaliza en tragedia, cuando Benjamín le mete un gol de caño al final de un partido ante la atenta mirada de un representante que lo estaba siguiendo para llevarlo a Europa. Su equipo pierde 2-1 y Riera decide pegarse un tiro. Benedetti no eligió a un defensor ni a un mediocampista para ocupar el rol de suicida. Se inclinó por un arquero.
El final es de autor anónimo y aparece citado en el capítulo especial sobre arqueros de “Fútbol De presión”, libro de Roffé: “Los errores de los cocineros se tapan con salsas; los de los arquitectos, con columnas; los de los arqueros, con insultos”.
Fuentes: Revista El Gráfico – www.enunabaldosa.com – www.independientepaladarnegro.blogspot.com
Fotos: Diario Los Andes – www.442.perfil.com