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El 15 de diciembre de 1974, Guillermo Vilas ganaba el Tennis Master Cup en el césped de Melbourne al rumano Ilie Nastase, tricampeón defensor del título. Su éxito en Australia popularizó el tenis en la Argentina.

El domingo 24 de noviembre, el bonaerense venció a Manuel Orantes y festejó por segunda vez en el polvo de ladrillo del Buenos Aires Lawn Tennis Club. Sus cinco títulos previos le permitieron juntar los puntos para concluir entre los ocho mejores del año y acceder al ATP Masters Finals. Dos días después del éxito ante el español, emprendió su nuevo desafío: controlar tiempo y espacio, en césped.

El zurdo llegó a Oceanía con antelación: el evento inició el 10 de diciembre. Planificó tres turnos de práctica cada día y se ilusionó con la baja de Jimmy Connors, estadounidense que había conquistado tres Grand Slam en 1974 (Borg se había llevado Roland Garros). Arribó con dudas, pero rompió su método, aceptó el cambio de normativa y deconstruyó sus conocimientos. Los locales se movían bien en el pasto, entonces los observó y los imitó, porque fue alumno antes que maestro. “Hice saque y red toda la semana, fui un australiano más”, explicaba. Con un estilo renovado, Willy sorprendió en el debut a John Newcombe, nacido en Sidney y líder del clasificador masculino durante junio, con un marcador de 6-4 y 7-6.

La confianza aumentó. ”Fue muy importante la victoria ante Newcombe”, señaló Juan Carlos Belfonte, preparador físico del equipo nacional de Copa Davis y único acompañante de su compatriota. Veinticuatro horas después, la novela escribió su segundo capítulo contra el neozelandés Onny Parun. La guerra de los cien años: el argentino se adueñó del primer set por 7-5, pero, a continuación, cedió por 6-3. La tercera manga, sin tie break para definir el conflicto, se extendió hasta la igualdad en ocho games, cuando Belfonte advirtió un gesto de cansancio de su pupilo y fue elocuente. “Si abandonás, te mato”, recordó en El Gráfico. El partido murió 11-9 para el sudamericano.

A falta del tercer compromiso, el argentino había clasificado a las semifinales (en los Masters, los participantes se dividen en dos zonas de cuatro integrantes y el par mejor posicionado avanza de ronda). No obstante, arrolló a Borg por 7-5 y 6-1 y selló invicto su grupo. La antesala a la definición se dirimió en castellano: Vilas frente a Raúl Ramírez. El mexicano, coetáneo de su colega, ocupó el cuarto puesto del escalafón de hombres y reflejó, en una entrevista con Sports Illustrated, los obstáculos que enredaron su camino: “He enfrentado el racismo. Es difícil para un latino alcanzar la cima. He luchado contra muchos prejuicios”. Aún así, recopiló tres victorias ante Connors; en cambio, su juego no lastimaba al rioplatense, quien lo derrotó por 4-6, 6-3, 6-2 y 7-5 y se quedó con 11 de los 12 duelos que protagonizaron.

“Nos enseñó a trabajar. Yo muchas veces fui uno de los siete y ocho jugadores que iban a entrenarse con él en el mismo día. Fue un guía. ¡Hasta el peinado lo copiábamos! Era un Dios con piernas”, ilustró con sencillez el peruano Pablo Arraya, 29° del ranking en 1984. El paso inaugural para la deificación consistía en derribar a Ilie Nastase, primigenio número uno de la historia y soberano del torneo.

“Ha sido el jugador con más clase que yo he conocido. Tenía un gran físico y unos golpes increíbles. A diferencia del resto, él no necesitaba machacarse. Parecido a Roger Federer. Los partidos siempre dependían de él. Ya podías jugar tu mejor partido… que si él jugaba bien, no tenías nada que hacer. Le gustaba inventar jugadas. Todo era posible. Lo único que le flaqueaba un poco era la cabeza. Pero es normal. Los jugadores tan buenos técnicamente tienen menos mentalidad de trabajo y capacidad de sacrificio”, detalló Orantes acerca de la figura del rumano, quien había superado en mangas corridas a Newcombe y perseguía su cuarto galardón en fila.

Trabajo contra talento: la trama que reina desde el origen del deporte. El bonaerense pegó primero. Tras más de sesenta minutos, fracturó la paridad y embolsó el primer set en el tie break (8-6). Luego, aprovechó el envión y obtuvo el segundo parcial por 6-2, pero el europeo contraatacó: ganó dos mangas por 6-3 y estiró la definición. La advertencia de Orantes fue una premonición. Tenaz, el argentino luchó y forzó una mala devolución de su adversario (6-4). Game, Set and Match, Vilas. Bautismo de campeón, de un jugador y una nación.

“Hace un par de meses pensaba que el pasto era para las vacas. Ahora pienso que es para las vacas… y para los tenistas también”, concluyó, entre risas, el argentino. El 15 de diciembre de 1974, nació del suelo una nueva realidad para el tenis nacional.

Fuente y foto: www.tycsports.com

Video: YouTube

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