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El Citroën 2CV es uno de esos coches sin los cuales no se entendería la historia del automóvil. O, quizá, no tendría sentido. Un coche pensado para aquella Francia rural que resurgía de las cenizas de la guerra acabó convirtiéndose en un icono. Incluso, en una forma de vida. 

La Segunda Guerra Mundial interrumpe el proyecto del TPV

Lamentablemente, el Citroën 2CV inició su desarrollo en el periodo de entreguerras, en plena Gran Depresión tras el crack de la bolsa de Nueva York en 1929 y en medio del auge de los totalitarismos.

Los tambores de guerra sonaban cada vez más fuertes, hasta que el 1 de septiembre de 1939, Hitler invadió Polonia en lo que acabaría siendo el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Carl von Clausewitz, un militar prusiano del siglo XIX dijo que la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios. Y eso hizo Europa. Otra vez.

Unos meses después del estallido de la guerra, la Alemania Nazi invadió Francia a partir de mayo de 1940, hasta conquistar París. “En unas horas plácidas, banales, de un domingo radiante, Francia, la Francia que creíamos inmortal, se había hundido, quizás para siempre”, llegó a escribir Manuel Chaves Nogales en La agonía de Francia.

Francia permaneció ocupada durante cuatro largos años, a excepción de la llamaba ‘Francia libre’, bajo el gobierno de Vichy, aunque en realidad era un protectorado de Alemania. Durante todo este tiempo, el proyecto del TPV quedó interrumpido y los responsables, incluso, ocultaron algunos prototipos para que los alemanes no los descubrieran.

Una vez liberada Francia en agosto de 1944, en una ofensiva en la que tuvieron un papel muy destacado españoles exiliados en el país vecino, el proyecto se retomó y, cuatro años después, se presentó el coche definitivo en el Salón del Automóvil de París, el 7 de octubre de 1948.

Presentación… sin motor

Los asistentes a la ceremonia de presentación del Citroën 2 CV y todos los que acudieron a la cita parisina durante los días posteriores se quedaron patidifusos al ver la estética peculiar del 2CV, incluido el presidente de la República Francesa en aquel momento, Vicent Auriol.

Hubo comentarios para todos los gustos, desde “horrible”, “raro” o “espantoso” a “divertido” o “único”. La prensa, por su parte, no fue demasiado indulgente con su diseño que perfectamente podría haber creado Le Corbusier . Sin embargo, lo más llamativo fue que ninguna de las tres unidades expuestas en la muestra tenía motor.

Esta ausencia se debió a un cambio técnico de última hora. La marca del doble chevrón acababa de descartar el arranque de lanzadera mecánica, accionado por el conductor, y el arranque eléctrico definitivo todavía no estaba totalmente a punto.

Por esta razón, los responsables decidieron no mostrar nada hasta 1949, despertando la curiosidad de los periodistas especializados, que ansiaban conocer lo que había debajo de aquel capó. Algunos llegaron a asaltar el circuito de pruebas de la marca en La Ferté-Vidame.

La intriga se resolvió al año siguiente, de nuevo en el Salón del Automóvil de París, cuando un Citroën 2CV enseñaba todos los secretos de su motor de 375 centímetros cúbicos refrigerado por aire, con transmisión de cuatro velocidades y 9 CV de potencia.

En verdad, aunque sin pretenderlo, fue una gran jugada por parte de Citroën, ya que el vehículo acaparó todas las miradas dos años seguidos.

Un coche sencillo que satisfacía a todo el mundo

En julio de 1949 comenzó la producción del Citroën 2CV y los clientes dejaron en muy mal lugar a los críticos: tras los primeros meses en el mercado, el plazo de espera llegó a tres años. El público supo ver inmediatamente las bondades del coche: era idóneo para necesidades muy distintas.

Se desenvolvía muy bien en ciudad, circulaba con soltura por caminos sin asfaltar, era espacioso para su tamaño, tenía cuatro puertas y resultaba mucho más económico de utilizar y mantener que otros modelos en el mismo nivel de precios.

El 2CV era un coche sencillo, pero en absoluto tosco. Tan bien planteado y construido estuvo desde el principio, que en su evolución no hubo cambios importantes. El motor ganó cilindrada y potencia, aunque se mantuvo siempre con un consumo muy bajo. Los frenos de disco en las ruedas delanteras no fueron necesarios hasta los años 80, debido a su ligereza.

En un país en reconstrucción que aspiraba a un mayor bienestar, su lanzamiento comercial llegó en el momento oportuno. Disponible, en un primer momento, exclusivamente en forma de berlina descapotable, desde 1950 se ofreció también en versión furgoneta.

Preparado para la aventura

Cuando Pierre Boulangere concibió el Citroën 2CV, no entraba en sus planes, ni de lejos, que llegara a ninguna competición. Sin embargo, su gran aceptación social y sus excepcionales características para circular campo a través o por caminos de cabras, lo convirtieron en el compañero ideal de aquellos que querían recorrer mundo con pocos recursos.

Citroën empezó a organizar numerosos raids, como el París-Kabul-París de 1970 o el Raid África de 1973 (8.000 kilómetros a través del Sahara) en el que miles de jóvenes de varios países europeos, entre ellos España, pusieron a prueba su habilidad al volante, su pericia mecánica y su capacidad para adaptarse a las diferencias culturales.

41 años y más de cinco millones de unidades

Desde que inició la producción en 1949 hasta que cesó en 1990, el Citroën 2CV se mantuvo con muy buena salud. Ya a partir de la década de los 80, las reglamentaciones medioambientales y de seguridad limitaron sus ventas en cada vez más países.

Además, su fabricación seguía siendo manual, por lo que su coste se disparaba frente a los modelos de la época, en los que los robots tenían cada vez un papel más importante.

Tras el cierre de la fábrica de Levallois-Perret en los años 80, el Citroën 2CV pasó a fabricarse únicamente en la planta portuguesa de Mangualde. De aquí salió la última unidad el 27 de junio de 1990, a las 16:00 horas.

Después de 41 años de en el mercado y más de cinco millones de unidades vendidas en todo el mundo, la trayectoria del Citroën 2CV terminó para siempre. Pero su vida no se apagó, porque sigue presente en el corazón de cientos de miles de aficionados.

El Citroën 2CV es uno de esos coches sin los cuales no se entendería la historia del automóvil. O, quizá, no tendría sentido. Un coche pensado para aquella Francia rural que resurgía de las cenizas de la guerra acabó convirtiéndose en un icono. Incluso, en una forma de vida.

Fuente y foto: www.autobild.es

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