Fue fundado por abogados, pero creció en el fútbol cuando lo lideró el presidente de la línea 148 de colectivos El Halcón, de donde tomó el apodo y los colores de la camiseta. De los bailes de carnaval en los ‘50 a ganar la Sudamericana en 2021.
Florencio Varela es su lugar en el mundo. Zona proletaria, poblada de gente que hace un culto de ganarse el mango con esfuerzo y trabajo. En sus calles, allá en la lejanía de 1935, surgió esta institución, como competencia de Varela Junior, la otra que ya llevaba algunos años en el lugar. Defensa y Justicia nació con la idea de ser un club social, que aglutinara las necesidades de un barrio con ganas de sentir pertenencia. Los juegos de cartas, las bochas y sobre todo el básquet fueron los puntales en los años fundacionales. El fútbol solo era un hobby para algunos de los 1.000 socios que prontamente llenaron sus instalaciones, como otra gente de la zona, que se acercaba los fines de semana, imantada por la gran atracción de las décadas del ’40 y ’50: los bailes populares, con las mejores orquestas de tango.
No hay una certeza absoluta con respecto a su nombre tan particular. El periodista Gustavo Lienhart, una de las personas que más sabe con respecto al club, menciona la idea más cercana sobre su denominación con que dentro del grupo de los fundadores había varios abogados y esas dos palabras tienen relación directa con los más importantes ideales del derecho.
A mediados de la década del ’70 llegó un momento decisivo (el primero) de su historia vinculada al fútbol. En 1976 comenzaron a seleccionar jugadores, buscando en clubes de la zona que solo practicaban fútbol, con la idea de presentar un petitorio en AFA para ser incorporados a la entidad y empezar a disputar sus torneos oficiales. La aprobación llegó el 20 de diciembre de 1977 para que las fiestas lo sean más aún por Varela.
Todos aportaron algo para que el sueño creciera. No necesariamente los socios, sino cualquier vecino apoyaba, donando alambres, faroles, pintura o lo que hiciera falta para que el estadio San Martín fuese una realidad a la hora de tomar parte del torneo de Primera D. Y fue allí que hizo su debut el 4 de marzo de 1978, venciendo a Cañuelas 2-1 con goles de Cardozo y Giaché. En sus noveles tribunas, uno de los más felices era su presidente, Norberto Tomaghello, principal impulsor de aquel motor imparable y con cuyo nombre y apellido, con justicia, ha sido rebautizado el estadio.
En 1982 llegó la primera alegría grande, con el ascenso a la C. En ese año, asumió la presidencia Eduardo Ricardo Pérez, quien también la ejercía en la compañía de transporte El Halcón de la línea 148. Un hecho muy significativo en dos direcciones: por esta vinculación, cambió el color de la camiseta, dejando atrás el azul y blanco y pasando al verde y amarillo, que identificaban a los colectivos de la empresa, por cuyo nombre, la institución recibió el apodo que mantiene hasta hoy: el halcón de Varela.
Fueron tres años en esa categoría, donde siempre estuvo en el pelotón de arriba, peleando por llegar a la B, hasta que lo logró el 23 de noviembre de 1985 al golear 7-0 como visitante a Barracas Central y consagrándose campeón en un equipo lleno de apellidos que son históricos para Defensa como el arquero Nazar, los defensores Ramírez López, Milozzi (campeón en primera con Quilmes en el ’78), Montemurro y Ramírez y los delanteros Bartelemi y Moles.
El domingo 1 de junio, un día antes del debut de Argentina en México ’86, los halcones de Varela volaron hasta nubes altas del firmamento de la número 5 en nuestro país, ya que en Villa Crespo igualaron con Atlanta en un tanto y eso les permitió conseguir un nuevo ascenso, el segundo en siete meses y ser parte de la primera edición de aquel Nacional B. Desde los comienzos, fue animador, contando con buenos elementos, con la marca sobresaliente de haber contado con Ricardo Julio Villa, ex campeón mundial de 1978 con Argentina y destacada figura del Tottenham durante varias temporadas, hacia donde marcó en compañía de Osvaldo Ardiles tras la consagración frente a Holanda.
La década del ’90 le mostró dos caras bien diferenciadas, con un inicio de dudas y pelea por no descender, hasta que finalmente bajó a la B Metro en 1993, para recuperar su lugar cuatro años más tarde.
Pero como en toda rica historia, hay momento que se graban a fuego, con el ardor de la emoción a flor de piel. Al terminar la temporada 2005/06 debió disputar la promoción con Deportivo Morón para no descender. La ida terminó 1-1 en el oeste y la revancha fue un padecimiento de nervios y mal juego, que desembocó en una derrota por 3-1 cuando ya los relojes marcaban 90 minutos y las esperanzas estaban prácticamente terminadas. A los 46 descontó Ramírez de cabeza encendiendo una pequeña llama que fue hoguera de festejo incontrolable cuando Ezequiel Miralles, en la última jugada, colgó la pelota de un ángulo en un tiro libre para certificar que Defensa seguía en la categoría, firmando el acta de la segunda fundación del club y que a partir de allí, el 3 de junio sea el día del hincha de Defensa y Justicia.
Quizás porque la cornisa había estado demasiado cerca, el equipo de Florencio Varela despertó y volvió a la vieja senda, que venía de sus orígenes de intentar jugar en forma prolija, de buen trato de pelota con Ricardo Rezza como entrenador. Con el inicio de la nueva década se inició un estilo que aún perdura, no solo en lo que hace a la filosofía futbolera, sino al hecho de darle oportunidades a técnicos jóvenes como Jorge Almirón (tuvo dos etapas) o Diego Cocca, quien consiguió el anhelado ascenso a primera división, en mayo de 2014.
Los últimos tiempos lo muestran completamente consolidado en la principal categoría, donde le ganó a Boca, River, Independiente, Racing y San Lorenzo en menos de cinco años, con esa saludable actitud de tener una idea y llevarla adelante, con ciertos matices, según quien sea el DT. En ese banco se han destacado Ariel Holan y Sebastián Beccacece, artífices de buenos equipos. Con éste último, peleó palmo a palmo con Racing hasta casi la jornada final, el título de la Superliga 2018/19.
Pero el Halcón parece no conformarse con nada y su vuelo traspasó las fronteras para anidar en otras tierras del continente y disputar torneos internacionales. El bautismo no pudo ser mejor: eliminó a Sao Paulo en la Copa Sudamericana 2017, competencia en la que dijo presente en las tres ediciones siguientes y en 2020 se dio el gusto que le faltaba: escribir su nombre en la Copa Libertadores, con Hernán Crespo como técnico.
El pase a octavos de final se le escapó en los últimos minutos ante Santos, dejando una gran frustración, pero que rápidamente se trastocó en ilusión, porque al quedar tercero pasó a la Sudamericana. Allí fue superando obstáculos (Sportivo Luqueño, Vasco da Gama, Bahía y Coquimbo Unido) para conquistar la corona ante Lanús, un viejo conocido de la zona sur del Gran Buenos Aires.
Llegar a final para celebrarlo. Y con buena música. Porque la institución tiene vínculos allí, como el caso de Ciro Pertusi, quien a mediados de los ’80 y antes de formar su mítico Ataque 77, tuvo una banda llamada Defensa y Justicia. En aquel tiempo, él trabajaba en una fábrica del barrio de Constitución con muchos compañeros que vivían en Florencio Varela y allí comenzó su simpatía. Incluso una grabación de esa efímera formación quedó registrada en un disco con variados intérpretes llamado Invasión 88.
Defensa y Justicia goza de sus lozanos 85 años, en el mejor momento de su vida. En el retrovisor observa un recorrido basado en el esfuerzo, la dedicación y los anhelos nunca abandonados. Se ve allí, con los bailes de los años ’40 y ’50, con los recitales de la movida juvenil única e irrepetible de ’60 y ’70 hasta la llegada del fútbol que lo hizo masivo. Valieron la pena estos 85 almanaques, como lo soñaron aquellos pibes a los que les gustaba el derecho en los años ’30. Merece este presente la gente del halcón. Porque siempre hizo Defensa de una idea y ahora sonríe con Justicia.
Fuente: www.infobae.com
Foto: Gentileza Gustavo Lienhart