Lotus, Brabham y Tyrrel son solo algunos de los equipos emblemáticos que dejaron de existir. El curioso caso de Brawn GP, la antesala del exitoso Mercedes.
Mercedes domina la Fórmula 1 desde hace siete años. Pero solo existe como escudería desde 2010, cuando volvió a una categoría en la que había permanecido solo dos años para abandonarla a raíz del desastre de Le Mans de 1955, dos temporadas antes de que se lanzara el título de constructores. Los alemanes ocuparon el lugar de Brawn GP, el caso quizás más curioso de la F1 ya que ganó ambos campeonatos en su único año de vida. Pero en un automovilismo en el que el dinero manda, no fue el primer campeón en desaparecer.
El cementerio de la F1 tiene nombre célebres (escuderías tradicionales como Lotus, Brabham, Tyrrel y Ligier, que en 20 años no ganó un Mundial pero eso no le quitó fama) y existe casi desde el inicio de la categoría. Maserati, la marca italiana que figura en los registros desde el campeonato inaugural de 1950 y con la que Juan Manuel Fangio obtuvo su último título -en 1957-, pasó de constructor a proveedor de motores en la década del ’60 hasta su desaparición. Y aunque coqueteó con comprar Haas para retornar en 2018, como lo logró Alfa Romeo tras más de 30 años, eso no ocurrió.
Con la excepción de Ferrari, la única escudería que compitió en todas las temporadas desde la creación de la categoría y que es además la que logró más victorias (239), campeonatos de pilotos y campeonatos de constructores (16 títulos), la historia no fue sinónimo de permanencia en la F1.
Lo sabe Lotus, el equipo que revolucionó técnicamente a la Máxima con Colin Chapman pero que permaneció «solo» entre 1958 y 1994, en los que levantó siete trofeos de constructores y seis de pilotos. Fue el Lotus 25 el primer auto con chasis monocasco -construido en aluminio y que unía la carrocería del monoplaza con el chasis en una sola pieza- y Chapman el impulsor de la aerodinámica, con unos pequeños alerones elevados en el morro del Lotus 49B de 1968.
Lotus era sinónimo de éxito e innovación pero también de peligrosidad extrema e incluso muerte. A lo largo de más de tres décadas en la F1 también fue el ataúd para muchos hombres, como Jim Clark. «Muchos pilotos de carreras muy buenos murieron en Lotus porque el Lotus era un auto muy frágil. Pero Jim Clark era tan delicado que nunca le exigía demasiado en las áreas en que el auto cedía», explicó Jackie Stewart en una edición del programa The Grand Tour (Amazon Prime Video), que recordó la muerte del británico, ocurrida el 7 de abril de 1968.
«Si querés ganar títulos, andá a Lotus, pero si querés permanecer vivo, quedate en Brabham», le advirtió infructuosamente Bernie Ecclestone a su amigo Jochen Rindt, el único campeón póstumo de la F1. Sí, él también murió conduciendo un Lotus el 5 de septiembre de 1970 en Monza con los alerones altos que fueron prohibidos en Mónaco, la prueba que le siguió al fallecimiento del austríaco.
No fueron las muertes de Clark, Rindt, Alan Stacey, Mike Spence ni Ronnie Peterson las que frenaron a Lotus. Tampoco la de su mentor, Chapman, en 1982. Aunque sin sus ideas empezó el declive en el rendimiento que desembocó en su desaparición. Con las dos victorias de Ayrton Senna en 1987 como últimos éxitos, sin resultados en la pista y cada vez menos patrocinadores, el equipo que había marcado el camino le ponía punto final a su aventura pese al salvataje que intentó David Hunt a finales de 1994.
«Lo que quiero evitar es que el equipo se encuentre en una situación en la que esté luchando al fondo de la parrilla y donde su nombre se arrastre más en el barro», decía cuando aún se ilusionaba con que Lotus estuviera en la parrilla de 1995. Pero eso no ocurrió hasta 2010 y no fue sin un conflicto: el de Lotus Cars contra Lotus F1, que terminó adoptando el nombre de Caterham F1 a partir de 2012 tras perder el litigio letal por el nombre. Mientras que el Lotus Renault se mantuvo hasta la temporada 2015, tras la cual la escudería francesa recuperó su lugar en la F1.
Como ocurrió con Chapman en Lotus, la muerte de los fundadores también afectó a Tyrrell y Brabham, otras de las escuderías ganadoras de la categoría.
El británico Ken Tyrrell se bajó del auto en 1959 e inició su carrera como dueño de equipo un año después y se destacó como cazatalentos. Así, descubrió a Jackie Stewart, con quien llegó a la F1 en 1970 (con un Matra-Ford) y consiguieron los títulos mundiales de pilotos (1971 y 1973) y el único como constructores en 1971. Ningún período fue tan exitoso como ese inicial: el equipo se extinguió, corrió su último GP en Japón en 1998 y fue comprado por British American Tobacco, que lo reconvirtió en BAR. Tras otro cambio de mando, esa estructura se convirtió en Brawn GP y, consecuentemente, en Mercedes.
El caso de Jack Brabham, tricampeón de la F1, es especial, porque el australiano es el único piloto que fue campeón al volante de su propio auto, un hecho ocurrido en 1966. No fue, sin embargo, el único título del equipo Brabham: fundado por el piloto y el diseñador australiano Ron Tauranac, cuenta con cuatro campeonatos de pilotos y dos de constructores en sus 30 años en la categoría.
Sin embargo, esa etapa gloriosa que incluyó 35 victorias se empañó en la década del ’90, luego de que el equipo pasara por varias manos -entre ellas la de Bernie Ecclestone- y de que las empresas propietarias batallaran legalmente, lo que determinó su final en 1992. Antes del final de la temporada, la escudería se quedó sin fondos, Middlebridge Group Limited no pudo pagar el préstamo y Brabham fue uno de los cuatro equipos que desapareció ese año, junto a March, Fondmetal y Andrea Moda Formula.
En esta selección caprichosa de un puñado de escuderías que desaparecieron pese su enorme éxito -y a la que seguramente se le sumarán más en el futuro-, Brawn GP sea quizás el caso más curioso porque de él surgió el equipo más exitoso de la actualidad.
Fuente: www.clarin.com
Foto: Pinterest