El Lobo le ganaba 1-0 al Xeneize cuando el partido fue suspendido. En el momento de la reanudación, Boca peleaba el título con Estudiantes, clásico rival de Gimnasia. En consecuencia, con exhibición de armas y amenazas, los referentes de la barra montaron una escena de terror para persuadir a los jugadores de que la victoria no era una opción. El Tripero perdió 4-1…
La noche caía entre los árboles de Estancia Chica. Tres autos y una camioneta se acercaron con las luces de posición hasta el ingreso del predio. El guardia de seguridad no sólo los conocía sino que, tras previa consulta, abrió la barrera. Mientras los vehículos aceleraban rumbo a su objetivo, el plantel de Gimnasia y Esgrima de La Plata había terminado su jornada y estaba a punto de ir a descansar. Al otro día, se venía Boca. Pero antes, se venía uno de los más angustiosos y bochornosos episodios en la historia del fútbol argentino.
Fue un martes 7 de noviembre de 2006. Claro que hay que remontarse dos meses antes para entender lo que pasó aquella noche en el predio del Lobo. Porque ese encuentro de la sexta fecha del torneo Apertura 06 había comenzado el 10 de septiembre, cuando Boca lideraba en soledad el torneo y Gimnasia intentaba meterse en el lote del medio. Esa primera parte de la historia tuvo 45 minutos muy disputados y parejos en el Ciudad de La Plata, que hasta entonces le daban un merecido 1 a 0 al local gracias a un gol de penal de Santiago Silva.
Pero en el entretiempo, insólitamente, el presidente del club, Juan José Muñoz, ingresó con dos barras a increpar al árbitro Daniel Giménez porque a su juicio estaba favoreciendo al Xeneize y lo amenazó. Y el Sargento dio todo por terminado y no salió a dirigir el complemento. Era un escándalo, pero como pase lo que pase el lema AFA es que los puntos se ganan en la cancha, después de semanas de cabildeos se decidió que el partido continuase el 8 de noviembre. Para esa altura, la realidad del torneo había cambiado. Boca seguía puntero, sí, pero sólo le llevaba un punto al Estudiantes del Cholo Simeone, que venía en un raid tremendo corriendo de atrás y descontándole puntos al equipo de Ricardo La Volpe.
Entonces, la irrupción de la dirigencia y los barras cambió de blanco. Ahora volvemos a la noche del martes 7, cuando tres autos y una camioneta aceleran hacia su objetivo. Hay 15 barras adentro, cuatro armas y una decisión irrevocable: lograr que los jugadores vayan para atrás al día siguiente para perjudicar al Pincha. Así, en medio de la noche, bajan de los vehículos y se acercan a la entrada de la casona. Dos directivos les abren el paso y señalan el sitio donde están los players. Con Cristian Camillieri alias el Volador, Juan Pablo Córdoba apodado Papupa y Fernando Núñez conocido como Torugo a la cabeza, los barras van. Y de modo poco amable pero convincente convencen al referente del plantel, Marcelo Goux, de reunir a los más grandes en el salón principal. Y de paso también a algunos pibes que van a jugar, para que entiendan cabalmente el mensaje.
Lo que sigue es el terror.Los barras dejan en claro que Gimnasia tiene que perder y Goux se planta. La respuesta es sencilla. “Hacete el loquito y te damos un tiro en cada pierna”. Martín Cardetti, con pasado en River, recibe una advertencia similar. Al Pelado Silva le aconsejan que si le queda una frente al arco, no tenga la misma puntería que en los primeros 45 porque entonces podría sufrir un accidente que concluya con su carrera. Los más jóvenes no pueden hablar del miedo mientras Goux sigue levantando la voz. Entonces aparecen las armas hasta ahí escondidas y el último y más convincente argumento: las direcciones de las casas de cada uno de los jugadores y hasta los colegios a los que van varios hijos de los referentes. “Ahora entendieron, ¿no?”, dice el Torugo y la troupe delincuencial se retira con el deber cumplido.
Al día siguiente, un llamado de un familiar de un jugador llega a la redacción de Olé. El diario deportivo es el único que sabe lo que ocurrirá en el Estadio Unico. Los jugadores van a ir para atrás pero de forma tan evidente para que quede claro lo que ocurrió. Que la farsa que se montará sobre el césped es una decisión de un plantel que tiene miedo de denunciar en la Justicia lo ocurrido, porque la barra de Gimnasia es, al cabo, la dueña del club y porque dos directivos presenciaron todo desde afuera. “Nos entregaron”, dirá uno de aquellos protagonistas a este periodista (Gustavo Grabia, autor de la nota) cuando todo ya estaba consumado.
A las 20:00, el árbitro pita el inicio de la continuación del partido suspendido. En cuatro minutos, Palermo y Rodrigo Palacio dan vuelta el marcador. Atrás nadie marca, en el medio nadie acierta un pase y adelante los delanteros parecen estar jugando un intercountry. El partido termina 4 a 1 y la hinchada de Boca festeja. También la barra de Gimnasia. Boca le saca cuatro puntos al Pincha y parece consolidar la búsqueda de otro título. Después vendrá la interna entre el técnico La Volpe y el plantel y las dos derrotas sobre el final del torneo que le permitirá a Estudiantes alcanzarlo y ganarle una final en Vélez. Pero esa es otra historia, lejos de aquella ignominiosa del 8 de noviembre que tuvo un capítulo judicial que como siempre, en la Argentina, terminó mal.
Porque el fiscal Marcelo Romero llamó a declarar a todos los jugadores y éstos, si bien admitieron la visita de la barra, dijeron que jamás se sintieron intimidados. La única voz disonante fue la del lateral Ariel Franco, que dijo sentirse incómodo con la situación y no mucho más. Entonces el fiscal cerró la causa admitiendo que “si los jugadores dicen no sentirse víctimas, más no se puede hacer”. Pero Goux, por ejemplo, no jugó más en Gimnasia y adujo estado depresivo para no tener que seguir un minuto más en la institución. Y, cuando finalizó el torneo, otros tantos siguieron sus pasos.
Recién tres años después, Santiago Silva se animó a hablar públicamente. “Nos vimos obligados a ir para atrás porque Estudiantes era el que le peleaba a Boca. Fue un momento muy feo y estábamos totalmente desprotegidos porque los barras cayeron de repente, nosotros no sabíamos nada pero nos dimos cuenta que estaba todo estipulado. Fue tremendo”, aseguró. También mucho tiempo después habló Nicolás Russo, ayudante de campo por entonces del técnico Pedro Troglio, quién admitió a Olé: “Los barras hablaron con los referentes. Yo no vi armas, pero estaba claro que no podíamos salir a ganar. Teniendo hijos y familia, eso era imposible. Porque no sabías lo que te podía pasar”. Otro de los que habló pasado un tiempo fue Juan Carlos Olave, arquero titular de aquel equipo pero que no jugó en la reanudación y confesó cuando ya estaba en Belgrano que aquella fue la peor noche de su vida en el fútbol y que los barras tenían los números de teléfono hasta de sus familiares.
Y Goux, aquel central que los enfrentó aquella noche fatal y recibió la amenaza de “para vos hay un tiro en cada pierna”, guardó silencio hasta que pasado un tiempo soltó: “Estaba en juego la vida de nuestras familias y a nosotros el resultado no nos cambiaba mucho. No había más que hablar”. Catorce años después, aquel presidente de Gimnasia está fallecido, casi todos los jugadores retirados y Cristian Camillieri, el Volador, sigue siendo jefe de la barra de Gimnasia. Porque algunas cosas, en el fútbol, nunca cambian.
Fuente: www.infobae.com
Foto: FotoBaires
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