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El regreso de Lorenzo a la Argentina para dirigir a Unión de Santa Fe donde comenzó a gestar la mística que lo acompañaría a Boca a ganar el bicampeonato del ’76.

En 1975 volvió a la Argentina para dirigir a Unión de Santa Fe, recién ascendido, para lo que decidió traer a muchos jugadores veteranos para tratar de mantenerse en la Primera, como Gatti, Heber Mastrángelo, Cocco, Rubén Suñé, Victor Bottaniz, Víctor Marchetti, Baudillo Jáuregui, Roberto Espósito, Miguel Tojo, a los que se sumó una figura emergente como Leopoldo Luque.

Finalizó cuarto y llegó a estar puntero en las primeras cinco fechas con puntaje ideal, hasta que lo superó el River de Ángel Labruna, que contrató también a grandes figuras y consiguió el título del Metropolitano tras 18 años de sequía.

Tras el bicampeonato de River de 1975, el presidente de Boca, Alberto J. Armando, contrató a Lorenzo para tratar de conseguir un título que se le negaba al club desde el Nacional de 1970. Los equipos de esos años setenta jugaban lindo, pero se desinflaban al final y la idea era recuperar esa solidez del pasado.

Tal como en Unión, Lorenzo apeló entonces a jugadores veteranos, algunos, incluso, traídos desde el club santafesino, como Gatti, Suñé y Mastrángelo (luego también Cocco), a los que se sumaron otros con mucha experiencia como Carlos Veglio o Francisco Sá y nombres como Mario Zanabria y Jorge Ribolzi. El estilo fue completamente otro, y el formato del Metropolitano, con dos grupos en dos ruedas y luego una larga fase final, permitió estructurar un equipo muy fuerte, que al revés que en años anteriores, fue de menor a mayor hasta ganar el bicampeonato, con final del Nacional ante River incluida (1-0 con gol de Suñé, de tiro libre, en la cancha de Racing).

“Boca es un club muy especial, único en la Argentina y en el mundo. Quien estuvo en Boca lo sabe. La gente es humilde, se entrega, no pide mucho, pero da todo. Yo mamé ese afecto dos veces: como jugador y como técnico. Cuando llegué como DT en 1976 quería llevármelo a Ricardo Bochini. A mí me volvía loco Bochini y el Bocha, con la camiseta de Boca, podía haber sido algo sensacional, Si hubiera podido hablar con él, se lo habría explicado en pocas palabras: “aunque no te paguen la prima que vos querés, vení a Boca. Vas a conocer algo único. Porque dos años en Boca son como pasar toda una vida en cualquier otro club”, le dijo a la revista El Gráfico.

“Boca es Sportivo Ganar Siempre”, solía decir Lorenzo, que cuando le consultaban por qué su equipo era tan pragmático, solía responder que “en el fútbol se ataca y se contraataca. Habrá veces que me dejaba atacar porque los defensores rivales eran lentos para volver. Provocaba el espacio y los remataba de contra” y cuando le preguntaban por qué siempre le gustó llevar veteranos a sus planteles, respondía que “un jugador de 28 años perdió el 30% de su condición física pero ganó en experiencia. Sabe manejar los tiempos adentro de la cancha. El joven corre y no habla. El viejo habla y no corre. Allí está el equilibrio justo”.

Ese Boca bicampeón tuvo que competir con un River muy poderoso, que por muy poco perdió la final de la Copa Libertadores de 1976 y que era la base de la selección argentina que luego ganaría el Mundial 1978. “¿Cómo se hacía para ganarle al River de Labruna? Me llevaba 15 días de trabajo. Tenía que mentalizar a los jugadores. A Roberto Mouzo, que pesaba 80 kilos y tenía que marcar a Luque, le hablaba mucho y entonces él se cuidaba en su Talón de Aquiles, que era la dieta. Comía alguna que otra manzana, y listo. Eran dos semanas de trabajo mental y táctico. A esos jugadores había que ganarles mentalmente porque si perdíamos la lucha psicológica, chau”.

También era un especialista en mañas. Imbatible. “El día previo a la final ante River en el Nacional 1976 yo tenía el pie derecho jodido, me llevó al consultorio e hizo pasar a toda la prensa. Estaba en la camilla, todo tapado, con merthiolate en la pierna izquierda y el médico hizo que me ponía una inyección. “Me la dio en la otra pierna, maestro”, le dije después, cuando todos se fueron. ‘Es para que mañana te peguen en la que tenés sana, boludo’, me dijo. ¡Y así fue!”, recordó Mastrángelo.

Lorenzo era un especialista en trabajar la mente de los jugadores. Mastrángelo, que reconoce que era “uno de sus preferidos”, recuerda una anécdota en tiempos de Unión: “A Alcides Merlo lo volvió loco una vez antes de enfrentar a Rosario Central, donde jugaba Mario Kempes. ‘Viejo, ¿te animás a marcar a Kempes?’ ‘sí, maestro’, ‘¿pero no me vas a cagar, no? Tenés que olvidarte de la pelota, porque vos con la pelota no sabés un carajo, ¿estamos? Vos marcalo a Kempes por toda la cancha. Diez contra diez ganamos nosotros’ y se lo repetía toda la semana, paraba las prácticas para decírselo. Merlo se la pasaba repitiendo ‘A Kempes por todos lados, diez contra diez ganamos nosotros. La pelota no me interesa porque yo no sé un carajo con la pelota’, repetía, semidormido. Así era Lorenzo. En el partido, Kempes se lesionó y Merlo lo siguió hasta el túnel, je. No sabía qué hacer y le fue a preguntar al Loco. ‘Agarrá al 16’ y Merlo miraba desesperadamente las espaldas de los rivales para encontrar el número. Estaba tan concentrado en Kempes, que no tenía a quién marcar”.

“Estuvo 20 años adelantado al resto –insistió Mastrángelo-. Te decía qué iba a pasar en el partido porque contaba con toda la información. A mí me sacó de nueve y me puso de wing. Jugábamos sin nueve, como el Barcelona, y me enseñó los secretos para fabricar diagonales. Te anticipaba cómo iban a venir los goles. La de Atlético Mineiro por la semifinal de la Libertadores de 1978 fue mundial porque nadie la había ganado en Brasil. Lo agarró al Colorado Suárez. “Sos el mejor 3 que hay en Boca pero mañana no vas a jugar, lo voy a poner a Bordón porque va a hacer un gol de tiro libre y con ese gol vamos a ganar”. Ganamos 1-2 con dos goles de Bordón de tiro libre”.

Fuente: www.infobae.com

Foto: Web

 

 

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