Llega a su fin la gran nota de Sergio Levinsky sobre una de las leyendas de la dirección técnica del fútbol argentino que también impuso su sello en Europa y tocó la cima del mundo con Boca Juniors.
El duelo con Bilardo
Boca ganó dos Copas Libertadores, las de 1977 y 1978, y en ambas tuvo que enfrentarse al Deportivo Cali que dirigía un joven Carlos Bilardo. “Uffff… En la última práctica en el estadio nos cortaron la luz, no sabíamos dónde estábamos, nos cerraron la puerta y al fondo aparecieron unos hinchas tirando piedras. Pa, pa, pa, piedrazos a lo pavote, nos pusimos a devolverles. En el partido, a los 5 minutos, en un córner, viene de atrás el Pecoso Castro y me refriega los ojos con una sustancia. Jugué todo el partido casi sin ver nada. Me acerqué a Lorenzo y le dije: ‘Maestro, no veo un carajo’. Y me contestó: ‘No importa, jugá igual que ellos no saben que vos no ves’. Me pusieron hielo, me dolía, me ardía… Tiempo más tarde coincidí con Bilardo y me confesó que era ‘Vick Vaporup’. Lo de las piedras también lo había armado él. Eran normales esas cosas, lo de las alfileres también. En Boca no hacíamos esas cosas”, contó Mastrángelo, quien remató: “Todas esas cosas, Bilardo las aprendió de Lorenzo. El Loco fue el primero. El Toto hablaba ya en ese tiempo con las mujeres de sus jugadores para que dos días antes de los partidos fueran arriba en el acto sexual para no desgastarlos”.
Cuando Boca venció 4-0 a Deportivo Cali en la Bombonera y se consagró por segunda vez campeón de América, la hinchada cantaba “Che Narigón, Che Narigón, decile a Lorenzo que te enseñe a ser campeón”. “Lo que hizo Bilardo en el ’86, lo hice yo mucho tiempo antes en Italia. El líbero, el stopper, los laterales, ¿cuál era la novedad? Los jugadores le respetan cierta táctica, nada más. Esos son los más inteligentes. Pero la mayoría no lo es. Cuando terminan de entrenar, se van a la casa y se les terminó el día. ¡Los jugadores tienen que estudiar! No puede ser que sean profesionales del fútbol sólo dos horas por día”, le dijo Lorenzo a la revista El Gráfico.
En agosto de 1978, Boca consiguió también la Copa Intercontinental ante el Borussia Möchengladbach y en Kalsruhe, luego de empatar 2-2 en la Bombonera y allí Lorenzo desplegó toda su artillería, como infiltrar a su amigo y preparador físico Von Foerster, que hablaba alemán, entre los rivales, o hacer creer que la Pantera José Luis Saldaño era técnicamente como Kempes, o cuando trabajó especialmente con el delantero para que siguiera al reconocido defensor de la selección germana Bertie Vogts. “Quiero que después del partido me traigas un pedazo de su camiseta”, le decía, y se lo hizo repetir hasta en la noche, despertándolo para que repitiera la frase, hasta que al terminar el partido, que un Boca ultraofensivo ganó 3-0, el delantero cumplió con el cometido.
En ese tiempo, la grieta futbolera dividía a los que preferían como DT a Lorenzo y los que estaban con César Luis Menotti, el DT de la Selección. “Yo estuve preseleccionado entre los 40 para el Mundial pero por jugar en Boca, creo que no tuve posibilidades y creo que Gatti y (Vicente) Pernía debieron estar, pero no convocaban jugadores de Boca por Lorenzo”, sostuvo Mastrángelo.
“A Menotti le reconozco el haber recuperado la estructura de nuestro fútbol. Le dio el nivel internacional que no tenía. Dejó muchas enseñanzas. Alguna vez se dijo que yo tenía interés en llegar a la Selección Nacional antes del Mundial ’78, y eso fabricó un clima de enfrentamiento que no era tal”, aclaró Lorenzo mucho tiempo después, aunque no fue lo mismo con Bilardo. “No tengo diálogo con él. Tampoco tuve discusiones. A veces lo veo en la AFA, pero nos ignoramos. Tuvimos un entredicho cuando yo dirigía a Vélez en 1982. Fue cuando nos hicieron explotar una bomba en el vestuario visitante de la cancha de Estudiantes. Apareció Bilardo y preguntó qué pasaba, como si él no lo supiera mejor que nadie”.
El imperio de Boca se terminó con la derrota ante Olimpia en la final de la Copa Libertadores 1979, aunque antes eliminó a Independiente, en semifinales, en tres controvertidos partidos, especialmente el segundo, en la Bombonera, que ganó 2-0 y se habló de “nafta en el avión” aunque él lo negó siempre y se refería al “pressing” muy trabajado. Días antes de ese partido definitorio, y en la misma cancha, se enfrentaron por el torneo local y Lorenzo cruzó todo el terreno haciéndole gestos a la hinchada roja como que tenía la clasificación en el bolsillo, preparando el terreno.
“Le dije a Armando que había que hacer una renovación y que yo no iba a pasar por encima de los cadáveres de los jugadores que tantas satisfacciones me habían dado”, adujo sobre los motivos de su salida de Boca y de su llegada a Racing en 1980, pero no tuvo éxito y tras un paso por Argentinos Juniors, vivió uno de sus peores días como DT cuando descendió con San Lorenzo en 1981. “Tuve la desgracia de que Emilio Delgado falló su penal y el Loco Salinas, un jugador al que tuve, acertó para Argentinos cuando tuvo su oportunidad”, se lamentó.
En 1982 dirigió a un Vélez repleto de estrellas como Nery Pumpido, Carlos Bianchi, Pernía o Carlos Ischia. “También lo teníamos al Beto Alonso, pero extrañaba mucho a River”, ironizó y en 1983, tras un breve paso por el Atlante mexicano, consiguió ascender a Primera con Atalanta. Luego lo dirigió doce partidos en la máxima categoría y regresó al Lazio, donde tuvo a Michael Laudrup en el plantel, aunque venía de salvarse del descenso en el torneo anterior y terminó yéndose tras una derrota ante el Nápoli de Diego Maradona, que ese día le hizo dos goles, uno olímpico y otro, desde 40 metros de distancia. Regresó a Sudamérica al Independiente Santa Fe de Bogotá, en 1985 otra vez a San Lorenzo, sin la misma suerte y en 1987 realizó su última experiencia en Boca, donde perdió un clásico en el Monumental 3-2 luego de ganar 2-0 y en el que Jorge Comas perdió un penal sobre la hora.
Tras más de tres décadas como entrenador, se dedicó a trabajar con su hijo Carlos, ingeniero electrónico, formando parte del directorio en una empresa dedicada a la computación. “Lo más importante es saber que todos mis años de fútbol, todo lo que trabajé, sirvió para esto: para que mis hijos hayan estudiado y tengan una posición fuera del fútbol”, llegó a afirmar.
“Lorenzo fue un grande del fútbol argentino, un innovador que dejó enseñanzas a los demás entrenadores. Su carácter ganador, agresivo, y su inquietud por seguir aprendiendo es una guía para todos los que tuvimos la suerte de estar a su lado”, manifestó en alguna oportunidad Jorge Castelli, su preparador físico entre 1972 y 1979.
Casado con Nora Antuña, también tuvo otra hija, Beatriz. Falleció en Buenos Aires el 14 de noviembre de 2001 y sus cenizas fueron esparcidas detrás de uno de los arcos de la Bombonera.
Fuente: www.infobae.com
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