El 7 de mayo de 1986, el arquero rumano del Steaua Bucarest, atajó 4 penales en la final de la Copa de Campeones de Europa de 1986, enmudeciendo a los 60.000 catalanes que fueron a ver al Barcelona en un Sánchez Pizjuan sevillano colmado. La “Orejona” se le volvía a negar otra vez.
Larguirucho y bigotudo, Duckadam marcó todo un estilo de arquero en su país. Tan es así que llegó a ganarse un puesto en el arco de la selección nacional rumana. Pero la noche que quedaría para siempre en su memoria sería la del 7 de Mayo de 1986, en la final contra el Barcelona por la Copa de Campeones de Europa, que hoy se conoce como Champion League.
Los catalanes habían disputado su primera final en Berna, en 1961, ante el Benfica. Y tuvieron algo de mala suerte aquella tarde: un remate bajo de Kubala pegó en la base del poste derecho del arquero luso, la pelota recorrió todo lo largo de la línea de gol, pegó contra el otro poste y un defensor la sacó al córner. Dos pelotas más se estrellaron en los postes cuadrados del arco portugués. Benfica ganó 3 a 2 y según la leyenda a partir de ese día los postes pasaron a ser obligatoriamente redondos.
Barcelona tardó 25 años en volver a jugar una final, pero para la de 1986, en apariencia, los catalanes tenían todo a la mano para conjurar el maleficio. El rival, Steaua Bucarest, era un equipo considerablemente más débil; jugar en el Sánchez Pizjuán de Sevilla añadía otra ventaja ya que 45.000 catalanes coparían el estadio. Un trámite. Sin embargo la fiesta no fue tal. Tras un destemplado 0 a 0, en el tramo final del tiempo reglamentario, el entrenador Venables sacó a Schuster del campo y el alemán se enojó tanto que se fue derecho a su casa. Pasado el alargue el empate en cero persistió y fueron a los penales.
La serie empezó con los rumanos en la ejecución, pateó Mihail Majearu y el arquero vasco, Urruti, atajó; por Barcelona pateó Alexanko, bastante anunciado a la derecha del arquero Helmuth Duckadam, que voló hacia ese lado y despejó. Del segundo penal para Steaua se encargó Lázló Bönöli y otra vez Urruti contuvo el disparo. El público deliraba. Ángel Pedraza tampoco pudo abrir el marcador, Duckadam voló abajo contra su palo derecho y desvió el remate. Al fin en el tercer intento Steaua (Lacatus) se puso 1 a 0. Barcelona no pudo empatar, una vez más Duckadam, se quedó con el remate del tercer penal que ejecutó Pichi Alonso. La cosa se empezaba a poner fea para los locales, Gavril Balint embocó el cuarto para los rumanos: 2 a 0 y Marcos, finalmente, tampoco pudo doblegar con su disparo al arquero Duckadam, que volando hacia su izquierda atajó su cuarto penal y dio el triunfo al Steaua. Por primera vez un equipo el bloque comunista se quedaba con la Copa de Campeones de Europa. Helmuth dejó heladas a las 70.000 personas que estaban en el Estadio Ramón Sánchez Pizjuán, de Sevilla (60.000 eran catalanes).
El provinciano de origen suabo que desde muy chico soñó con ser arquero fue entonces rebautizado como el «Héroe de Sevilla», por haber sido el artífice del éxito más importante de la historia del Steaua de Bucarest y haberlo convertido en el primer club de los países al otro lado del «Telón de acero» en conquistar el título de campeón de Europa.
Con solo 26 años Duckadam estaba en lo más alto de su carrera, tenía un futuro asegurado en la selección de su país y un interesante pasar económico (todo lo interesante que esto podía ser detrás de la «Cortina de hierro»). Ese mismo 1986 fue elegido «Mejor jugador rumano del año». Es más, el presidente del Real Madrid, Raúl Mendoza, feliz porque le había quitado la copa a su archirrival Barcelona, le regaló un Mercedes-Benz . Duckadam había entrado en el Libro Guinnes de los Records y estaba, mejor dicho que nunca, tocando el cielo con las manos. Pero… siempre hay un «pincelazo» que arruina la fiesta. Esa parte … la contaremos en otras efemérides.
Fuente y foto: www.lanacion.com.ar / www.revistauncanio.com.ar
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