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El 4 de noviembre de 1967, Racing venció 1-0 al Celtic de Escocia en el Centenario de Montevideo. A 50 años de aquel golazo del “Chango” Cárdenas lo revive: “La pelota estaba en el aire y ya salí a festejar».

En el Centenario, como hace 50 años, el «Chango» Cárdenas revive aquel gol histórico.

A través de sus recuerdos, que se reproducen con un extraordinario registro evocativo, es posible viajar en el tiempo. Y estar ahí mismo, en el estadio Centenario, pero medio siglo atrás. La tribuna Colombes, entonces, no está desnuda de gente. Si hasta el eco del pasado es posible escuchar en sus palabras. La explosión de esas gargantas anónimas, el grito visceral de padres, madres e hijos. Y aquellas imágenes que siempre fueron de color sepia, se visualizan con un inconfundible tono celeste y blanco gracias a la narración de Juan Carlos Cárdenas. El Chango vuelve a Montevideo, pisa el césped del mítico templo uruguayo y parece aquel pibe de 22 años. Camina con certeza a cuarenta metros del arco. Y detiene su marcha en el lugar exacto en el que se corporizó en un goleador de enciclopedia. Porque fue aquí, de este lado del Río de La Plata, donde su nombre quedó grabado a fuego en la historia del fútbol nacional. Porque no sólo la Academia celebró la Copa Intercontinental de 1967. Todo el país aplaudió al Racing campeón mundial. Incluso, Independiente. Belle époque, sin grieta ni redes sociales.

«¿Si soñé con este gol? Yo me ilusionaba con ser jugador profesional, con dejar las canchas de tierra y la pelota de media de Santiago del Estero y triunfar en el fútbol. Porque me vinieron a buscar River, Independiente y San Lorenzo. Pero era hincha de Racing y no pensaba en ponerme otra camiseta», cuenta Cárdenas ante Clarín, que lo acompañó hasta esa cancha que fue testigo de su mayor gesta. Y si durante sus juveniles noches nunca imaginó el zapatazo que cruzó el cielo montevideano y se clavó en el arco de John Fallon, ¿cómo nació aquel heroico remate que le dio el título más importante de su historia a la Academia?

¿Fueron Enrique García y Carlos Peucelle los autores intelectuales? Porque el Chango siempre fue diestro. Sin embargo, cuando era un joven recién llegado a Buenos Aires, recibió un consejo decisivo para su carrera. Y para Racing. «Yo siempre remataba de derecha. Pero hay que saber escuchar. Hubo un hombre del fútbol al que tuve la suerte de conocer. Era Carlos Peucelle. Había sido una gran figura en River. Coincidimos en un almuerzo. También estaba el Chueco García, el Poeta de la Zurda. Ellos sabían que yo venía a jugar al fútbol, pero no conocían en qué puesto me desempeñaba. Les conté que era 9. Entonces Peucelle me dijo: ‘Pibe, para ser siempre titular y adaptarte al juego que quiera el técnico, tenés que pegarle con las dos piernas’. En Racing había un paredón y, a partir de esa enseñanza, empecé a practicar mucho con el pie izquierdo. Curiosamente, hice los dos goles más importantes de mi carrera de zurda», cuenta Cárdenas con una sonrisa pretérita. A fin de cuentas, es la misma que brotó el 1 de noviembre de 1967, cuando marcó el segundo gol del triunfo ante Celtic (2 a 1) con un disparo cruzado, «al rincón donde tejen las arañas», como diría un narrador deportivo de la época, tras un pase filtrado del Toro Raffo que desbordó el Cilindro. La que fluyó tres días más tarde en esta tierra sagrada, un instante después de ejecutar el legendario misil que hoy celebra 50 años.

-El relator dice «Cárdenas, abierto Maschio a la izquierda» antes de gritar tu gol. Tenías opción de pase. ¿Por qué decidiste patear desde tan lejos?

-Todo nace en un outball (lateral) de Nelson Chabay. Se la entrega al Bocha Maschio, que hace una jugada con el Torito Raffo y cruza para el lado derecho de ataque. Ahí estaban Joao Cardoso y el Yaya Rodríguez. Yo no había participado. La pelota vuelve hacia adentro y la agarra el Coco Rulli, que me da un pase corto. Yo siempre le agradezco a Rulli cada vez que nos vemos. «Vos me diste el pase gol», le digo, jaja… Entonces, arranco con la pelota dominada. Y aunque tenía posibilidades de dársela a un compañero, me doy cuenta de que ninguno de los contrarios se me pone adelante para taparme la visión. Y ahí me decidí. Los que tuvimos la dicha de hacer goles buscamos puntos referencias. Y le apunté al palo del arquero. Me salió perfecto. Como habrá sido el tiro de justo que cuando la pelota estaba en el aire, salí corriendo para festejar. Sabía que no la iba a poder atajar.

Los brazos apuntando al cielo, esa marca registrada en cada conquista. El abrazo de Juan José Pizzuti, el técnico que nunca festejaba los goles. Y el del Coco Basile, que había sido expulsado pero se metió de prepo en la cancha. La popular ardiente con 25 mil fanáticos de la Academia. El reproche de los uruguayos, que no habían podido cerrar la herida de esa Libertadores que este inolvidable equipo le arrebató a Nacional. La gloria en sus manos al alzar la Intercontinental. Secuencias que se disparan de la memoria de Cárdenas: «Fue un día maravilloso. Era un sábado y hacía mucho calor. Estábamos concentrados en Pocitos. Los hinchas pasaban y nos gritaban. Había una canción que siempre me dedicaban. ‘Chango, Chango, Chango, goles, los goles, goles’. Ya me metían presión de entrada, jaja… Creo que les cumplí».

Claro que cumplió el Chango. Con Racing. Con el fútbol argentino. Y escribió una leyenda que, 50 años después, es cada vez más grande.

Nota realizada por Darío Avellaneda para Clarín

Fotos: www.clarin.com

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