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La bolsa era enorme para su época —2.5 millones de dólares para cada uno— y el escenario también para Muhammad Ali y Joe Frazier. Su primera pelea fue tan épica que se la llamó la Pelea del Siglo. Y 50 años después, ninguna le hace sombra.

Fue así que el mítico Madison Square Garden se convirtió en un escenario alquilado con obligaciones de ofrecer su logística y su organización por los cuales cobró el 15% de los 22 millones que por todo concepto generó este inolvidable combate. A esta pelea fueron 19.578 personas y fue televisada por CBS para USA comentada por el gran actor Burt Lancaster (“De aquí a la eternidad”, “Elmer Gantry”). Además fue en directo a 26 países – para Argentina la transmitió Canal 13- , en diferido a otros 18, fue vista en más de 1.000 salas cinematográficas de los Estados Unidos y 33 teatros del Reino Unido, país al cual el combate llegó a partir de las 4.30 de la madrugada.

Ese inolvidable maestro que fue Emilio Lafferranderie (El Veco), a quien tantas enseñanzas le debo, escribió en El Gráfico esta maravilla:

“Dos negritos que en Louisville (Kentucky), el primero y en Beaufort(Carolina del Sur), el segundo, tal vez se pelearon por un sandwich, tal vez no alcanzaron jamás el tranco de los camellos de enero y que más de una noche se fueron a acostar con un beso por todo bocado, con la mancha del hambre que siempre duele más en el alma que en el estómago. Esos dos negritos que se criaron en los colmenares de dos conventillos son los que conmueven a todo el mundo en esta en esta noche del 8 de marzo. Esos dos negritos han hecho el milagro de convertir a una pelea en un segundo de la historia que será visto por mayor cantidad de gente después del primer alunizaje. Pienso en esos dos negritos que veinte años después le hacen pagar los precios más altos de la historia a los pudientes del mundo blanco y que han determinado esta división del mundo negro de los Estados Unidos, no sólo por la bifurcación natural de las simpatías deportivas, sino en otro orden. Cassius Clay, antibélico, discursivo, hombre de labios para afuera, recogió las banderas agresivas del asesinado Malcom X, mientras Joe Frazier, parquedad, silencio, levanta los pendones pacifistas del también inmolado Martin Luther King.-

Esta fue la primera de las tres peleas que enfrentaron a Frazier y Alí constituyendo un clásico de la historia del boxeo mundial que terminó destruyendo a los dos, pues en cada pelea, se “mataron”: Alí se impuso en 2 y Frazier en 1. Y fue ésta en la que los jurados en un fallo controversial y discutido vieron ganar a “Smoking” Joe por puntos al cabo de los 15 asaltos sustentado en la caída que sufrió Alí en el último round. El Veco, enviado especial de El Gráfico tituló en su crónica original “Tres jurados derribaron a una estatua”. Iba escribiendo desde el propio Madison, bajo emoción, para cumplir con la hora del cierre de una edición que esperaba esa nota para salir a la calle. Las opiniones estaban divididas – aún hoy, 50 años después- y la dirección de la revista a cargo de otro grande del periodismo como Carlos Fontanarrosa – recuerdo y gratitud maestro – modificó el titulo e indicó corregir el texto pues él y sus amigos consultados estuvieron convencidos que Frazier había sido el legitimo ganador. Pero tal corrección hubo de llevarse a cabo a la mañana siguiente del combate, cuando ya se habían impreso los primeros 10.000 ejemplares destinados a Córdoba. Fue entonces que la crónica cambió algunos pocos giros de ponderación a Alí, reconoció otros a Frazier y el título que era “Tres jurados derribaron a una estatua”, pasó a a ser: “Cayó una estatua” y decía así:

¨Los gritos de todos. Los hombres arriba. El murmullo de todos. Campana. Campana histórica. Ellos y nosotros. Ellos dos y todos nosotros. Y empieza la historia. Ya no vale nada. Ellos y nosotros. Y Frazier que pega. Arriba y abajo. Abajo y arriba. Y el arte de Clay, que espera y espera. Que traba. Sereno. Y siempre es Joe el que va al ataque. La cabeza al frente. Sacando cien manos. La zurda y la zurda. Sin genio. Sin arte. Pero pega y pega. La cabeza al frente. Abajo y arriba. Arriba y abajo. Esa es la pelea que estaba prevista. La que ya descontaban todos los pronósticos. Todas las apuestas. El instinto puro que apenas si piensa. El hombre sereno. ¿Qué sabe Joe? Todo lo que el instinto piensa. Todo lo que vive en esa fiereza por ir siempre al frente. Para destrozar la imperturbable serenidad de ese gigante de ojos abiertos. Que todo lo que tiene previsto. Que todo lo que adivina. Que tiene mil golpes en sus puños sabios. Que espera. Que enrieda. Que agacha. Que acomoda. Y saca la zurda. También la derecha. Derecha e izquierda. Izquierda y derecha. Pero gana Joe. Gana todo el indomable ímpetu de Joe.

Ernesto Cherquis Bialo

Fuente y foto: www.infobae.com

 

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