HISTORIAS – 1978: Karpov Vs. Korchnoi (última parte)

El de Baguío, Filipinas, en 1978, no fue uno más de tantos matches por el título del mundo de ajedrez. El encuentro entre el campeón Anatoly Karpov y su retador  Viktor Kortchnoi, excedió largamente escaques y trebejos bicolores , para convertirse, ya desde antes de comenzar, en un nuevo y singular campo de batalla de la “guerra fría”, que libraban por entonces y sin darse tregua, las grandes potencias de Oriente y Occidente.

Habían transcurrido los primeros cuatro empates cuando nació un nuevo conflicto: los anteojos. Korchnoi encendió la mecha argumentando que su rival, Karpov -de ojos verdes y mirada penetrante- le fijaba la mirada en los momentos en el que él debía efectuar su jugada. Pero como el árbitro no podía impedir que un jugador mire al otro decidió no intervenir. Por eso al siguiente juego, el aspirante se presentó con un par de anteojos espejados, que no sólo le devolvían la mirada a su rival, sino que además provocaba que los focos de iluminación del escenario le estallaran en la cara de Karpov. Ahora las quejas del campeón llegaron de inmediato, pero tampoco fueron escuchadas porque no existía regla alguna que prohibiera jugar al ajedrez con anteojos.

Un nuevo escándalo se produjo en el octavo juego. Karpov estaba enfadado con las actitudes y reclamos de Korchnoi por lo que decidió romper lanzas y eludió el saludo protocolar de extender la mano a su rival al comienzo de la partida; se trata de un signo de caballerosidad que siempre se respetó en el ajedrez. Ante el desplante del campeón, el aspirante, colérico, llamó al árbitro y le hizo notar la actitud desafiante de Karpov. Pero en aquel momento (en la actualidad el saludo es obligatorio) esa acción no estaba regulada en la leyes del ajedrez, por lo que árbitro sólo les pidió que se comportasen como caballeros. Korchnoi no quiso entrar en razón y exigió: «si no quiere saludarme está muy bien pero, entonces, que tampoco me hable. A partir de ahora cuando quiera abandonar u ofrecer un empate deberá hacerlo con un intérprete, y en este caso será usted»,  y señaló con su dedo índice al alemán, Lothar Shmid, árbitro del duelo.

El enojo le costó caro a Korchnoi, que jugó mal y visiblemente nervioso durante toda la partida. Karpov sacó provecho y tomó la delantera. Vencía 1 a 0.

Otro sainete se desató con los yogures. Promediando el match un frasco de yogur llegó hasta las manos de Karpov. Al día siguiente otro, y luego otro y otro más. Hasta que de pronto Korchnoi protestó. «¿Cómo sé yo si esto no tiene un significado extra ajedrecístico?. Un yogur de frutilla puede decir que ataque, en cambio sí es de banana que debe ofrecer tablas». Frente al reclamo y el temor que la paranoia fuera en ascenso, otra vez el sentido común del árbitro permitió salvar la continuidad del torneo, autorizando a que sólo se sirviera un solo yogur del mismo sabor y en el mismo horario, cada día.

Una nueva controversia se produjo con la presencia de fenómenos telepáticos. Es que entre los integrantes de la delegación soviética estaba Vladimir Zukhar, un parapsicólogo de la KGB, especialista en hipnosis telepática.  Su función en Baguío era la de ingresar a la sala de juego, sentarse en la segunda fila en diagonal al escenario (desde donde pudiera visualizar la cara de Korchnoi) y permanecer con su mirada fija sobre el aspirante durante la cinco o seis horas que se extendiera el juego. Cuando Korchnoi descubrió a Zukhar en la sala exigió que fuera trasladado por detrás de la séptima fila. En el undécimo juego se presentó en la sala, otro profesional, el doctor Berginer (psicólogo personal de Korchnoi). Ese día el retador consiguió su primera victoria e igualó el duelo 1 a 1. Al día siguiente un grupo de agentes del KGB se sentaron alrededor del doctor Berginer, molestando su visión del escenario de juego. Tres días después, el psicólogo abandonó atemorizado la ciudad.

Inmediatamente Zukhar regresó a las primeras filas y Karpov hilvanó tres victorias: ganó los juegos, 13, 14 y 17; ahora se imponía 4 a 1 y estaba a dos victorias de retener el título. ¿Cómo reaccionaría el desafiador?.

Fue entonces cuando Korchnoi convocó a Didi y Dada, dos integrantes de la secta Ananda Marga, que llegaron a la sala de juego vestidos con túnicas naranjas y lanzando frases en un dialecto no reconocible. El parasicólogo ruso salió disparado del lugar, y Korchnoi volvió al triunfo. El match estaba 4 a 2.

La delegación soviética reaccionó con inmediatez y presentaron un escrito en el que acusaban a los yoguis de ser sospechosos de asesinatos. La policía filipina les prohibió el ingreso a la sala. El que pudo ingresar fue Zukhar, y la partida 27ª se definió a favor del campeón. Karpov vencía 5 a 2.

Los yoguis fueron puestos en prisión domiciliaria. Korchnoi los refugió con su delegación. Con ellos practicaba yoga, ejercicios de meditación y se preparó especialmente para la remontada del duelo. Inmediatamente se produjo una reacción del ciudadano suizo que ganó de manera consecutiva los juegos, 28°, 29° y 31°. Ahora el duelo estaba igualado en 5 victorias para cada uno.

Sólo bastaba un triunfo de cualquiera de los bandos para adjudicarse el duelo; como un partido de fútbol, el que hacía el gol ganaba. La tensión se disparó hasta las nubes, los soviéticos advirtieron las consecuencias del peligro, como antes les había sucedido con el norteamericano Fischer, ahora temían perder y que el título fuera a las manos de un disidente.

Al día siguiente debía disputarse la 32ª partida. Korchnoi llevaría las piezas negras y un empate lo dejaría en buenas condiciones para salir a buscar la victoria en el próximo juego cuando utilizaría las blancas. Sin embargo, el desafiante quiso sorprender al campeón y decidió salir a ganar con negras. «Con Raymond (Keen) tenemos un novedad guardada en la defensa Pirc, desde el año pasado. La tiraremos a la mesa mañana y sorprenderemos a Karpov», le dijo Korchnoi a su grupo de asistentes, entre los que estaba el argentino Oscar Panno, y se marchó a dormir.

«Yo no estaba de acuerdo; sugerí que lo mejor era volver a repetir la defensa francesa con la que había resistido buena parte del match y esperar al siguiente juego para luchar por el triunfo con las piezas blancas. Pero no pude cambiar su opinión. Él estaba convencido de que la idea que había preparado para su match en el 77 con Spassky, ahora le permitiría sorprender a Karpov», contó el Ingeniero y maestro argentino.

El 17 de julio de 1978 se reanudó el match con la disputa de la 32ª partida. La sala estaba convulsionada, con la presencia de un público bullicioso que obligaba al árbitro a pedir silencio. El Dr. Zukhar volvió a ubicarse en las primeras filas y pese a los reclamos de la delegación del aspirante, los organizadores no hicieron nada para retirarlo. Korchnoi no sabía lo que sucedía en la platea y siguió con su plan; aplicó su novedad en la apertura pero no tuvo el efecto deseado. Karpov no se sorprendió y hasta jugó con naturalidad como si supiera de antemano el final del cuento. El campeón jugó su mejor partida y después de cuatro horas suspendió el juego con una ventaja decisiva. La suerte estaba echada.

Al día siguiente, Korchnoi no se presentó a la reanudación y Karpov fue declarado vencedor y retuvo el título mundial. ¿Qué había pasado?

Mientras Karpov firmaba los primeros autógrafos como defensor del título, Korchnoi enfrentaba las cámaras de TV indicando que había sido traicionado por alguien de su entorno o que le habían colocado micrófonos o cámaras ocultas en su departamento. Sólo así Karpov pudo conocer de antemano lo que él había pergeñado. Estaba convencido que alguien le advirtió a Karpov y a su equipo sobre sus planes.

En los años siguientes, el inglés Raymond Keen pasó a integrar el equipo de trabajo de Karpov. Y el presidente de la federación filipina, Florencio Campomanes fue nombrado presidente de la FIDE. Dos movimientos extraños, que sólo alimentó la duda sobre la traición a Korchnoi, la que nunca pudo comprobarse.

Incluso, después, Korchnoi tuvo ocasión de cruzarse con un viejo conocido, el ex campeón mundial, Miguel Tal, que había trabajado en Baguío junto a Karpov. Y allí descubrió. «De la que te salvaste, querido Víktor», le dijo sonriente, el maestro letón. Y sin más vueltas le aseguró: «no hubieras salido vivo de esa isla si ganabas ese match».

Veintidós años después de los hechos narrados, viejos recelos salieron a luz con la desclasificación de los archivos Mitrojin (referidos a Vassily Mitrojin, archivista del KGB que vendió los textos clasificados al MI 5, del contraespionaje británico), en la página 728 del libro «El archivo Mitrojin: el KGB en Europa y Occiente, puede leerse que: «El centro formó un equipo de 18 agentes especiales cuya misión era asegurar la derrota de Korchnoi en 1978. Su jefe era el Coronel Víktor Baturinsky (con antecedentes destacados en las purgas de Stalin); el plan incluía la presencia en la delegación del parasicólogo Vladimir Zukhar, de tres maestros, un médico, un preparador físico, un psiquiatra, un químico, un experto en telecomunicaciones y varios agentes, cuyas funciones fueron desconocidas».

Si Karpov hubiera sido derrotado, tal vez, habría seguido los mismos pasos que Boris Spassky, que fue castigado por perder el título ante Bobby Fischer. Tras un acuerdo con el Comité de Deportes de la URSS fue autorizado a vivir en Francia. Para intentar recuperar el honor del título mundial de ajedrez, el Kremlin tenía dos caminos: Karpov o Korchnoi. Eligió al primero, al más joven y de familia modesta que encajaba con el perfil del héroe soviético, y sentenció la suerte del otro».

En 1981, las 2K se enfrentaron nuevamente; la nueva cita por el título mundial sucedió en Merano (Italia)… pero esa fue otra historia.

Anatoly Karpov, a los 68 años se mantiene en activo como embajador de Unicef; visita países y promociona los beneficios del ajedrez. También es diputado en Rusia.

Víktor Korchnoi -fallecido en 2016, a los 85 años-, fue un verdadero campeón sin corona. Un luchador de la vida, acaso, el hombre que pudo cambiar la historia; el que logró escaparse de la Unión Soviética, pero nunca de los servicios secretos.

Fuente y foto: www.infobae.com

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